El gran escritor uruguayo Eduardo Galeano lo describió perfecto: “Quien no se hace el vivo va muerto. Estás obligado a ser jodedor o jodido, mentidor o mentido. Tiempo del qué me importa, del qué le vas a hacer, del no te metas, del sálvese quien pueda”. Tal parecía que estaba describiendo a las redes sociales, que se han convertido en un monstruo de mil cabezas. De entre todas, Twitter se lleva las palmas como el sitio más irracional de todos. La supuesta libertad que otorgan esos 140 caracteres para que cualquiera escriba lo que se le venga a la mente, sin pasarlo por el filtro del raciocinio, se ha convertido en libertinaje.
De ser una herramienta positiva capaz de comunicar eventos en tiempo real, de lograr movilizaciones rápidas en emergencias o simplemente para expresar ciertas ideas, se ha convertido en el lugar preferido de quienes, escondidos en el anonimato, la utilizan para agredir, odiar, descalificar y humillar prácticamente a quien sea.
Lo peor no son los tuits tendenciosos, agresivos o con información falsa, sino la rapidez con la que la mayor parte de la gente que está en Twitter se cree lo que lee. Se ha convertido en algo semejante a la palabra de Dios para una nueva generación: si está en Twitter y si es tendencia, es cierto. No hay más.
Es de preocupar la facilidad con la que esta herramienta se ha convertido en la forma de proyección de miles, quizá millones de personas que vuelcan sus frustraciones, su enojo, su coraje o su odio en esta red social que se ha vuelto completamente anárquica, en la que cualquiera que sepa teclear (ya no digamos escribir, porque es impresionante la falta de cultura que se aprecia en muchos de quienes publican algo) es capaz de fastidiarle la vida a cualquiera.
Lo anterior viene al caso por lo ocurrido hace unos días con la locutora y empresaria Martha Debayle, quien fue el más reciente objeto del (gratuito) escarnio público gracias a unas declaraciones que dio durante una entrevista con el sitio Merca 2.0, en la que expresó que ni su programa, ni su revista, ni su sitio de Internet ni nada de lo que hace es “para gente jodida”. Esa sola expresión desató la furia de miles, que no pararon de echarle pestes, insultos y denostarla de las más variadas maneras.
El problema, el grave problema es que, como suelen hacerlo las redes sociales, aplicaron lo que en inglés se da en llamar Contextomía o Contextonomía, que es la práctica de sacar de su contexto una palabra o una declaración con la finalidad de tergiversar y cambiar el sentido original de una idea.
Sí, efectivamente Debayle usó la frase “gente jodida”, y cual gran pecado que no podía quedar sin castigo, se le enjuició, se le castigó y se le encontró culpable de casi todos los males que aquejan al país.
Y es que claro, además, no se podía soportar que una frase así la dijera una mujer, pecado adicional que le hizo ganar insultos y referencias a su nacionalidad de nacimiento (es nicaragüense) y hasta al pasado de su familia (es pariente del dictador Anastasio Somoza Debayle), como si ella tuviera algo que ver con las atrocidades cometidas por su antepasado.
Ah, pero no. Quienes aplican la ley de la jungla electrónica en las redes sociales no podía más que juzgarla y casi casi llamarla criminal, aunque no tengan la más remota idea de quién y cómo es Martha Debayle.
Pero a todo esto, ¿qué demonios fue lo que realmente dijo? Lo siguiente: “Esto es probablemente lo más fuerte que te voy a decir. Yo no hago radio para gente jodida, Martha Debayle Home no es para gente jodida, las revistas que hacemos no son para gente jodida y los sitios de Internet que hacemos tampoco son para gente jodida. ¿Y qué te quiero decir con esto? Que creo que tendemos a subestimar la inteligencia del consumidor mexicano; en la tele, en la radio, en las revistas, en tantos diferentes aspectos; y nosotros, en la compañía, hacemos todo lo que hacemos para gente de primera. Y eso no tiene absolutamente nada que ver con el nivel socioeconómico, ni con el nivel psicodemográfico, ni con dónde viven ni cuánto ganan, porque todo el mundo en este país merece saber que su umbral de merecimiento es mucho más alto de lo que creen, aunque nadie nunca se los dijo”.
Quienes han seguido su programa desde hace años sabrán que en el mismo se tocan infinidad de temas que están enfocados en un sólo objetivo: mejorar la calidad de vida de las personas. Y no lo hace ella sola. Es un trabajo de equipo que se preocupa por hacer que sean reconocidos especialistas en diversos campos quienes den su opinión.
En ese sentido, Debayle sirve simplemente para darle voz a personas calificadas que propician dos cosas básicas: 1) Hacer que el radioescucha (“cuentahabientes” los llama ella) tenga una información que no le van a dar en ningún programa, novela o evento de Televisa o TV Azteca y 2) provocar que el escucha piense, analice, reflexione y, por consiguiente, mejore su calidad de vida ya sea en el aspecto de la maternidad, la sexualidad, lo profesional, la salud o cualquier otra área que sirva para generar una mentalidad diferente que rompa con la idea que se le ha metido al mexicano desde hace décadas de que, efectivamente, es un jodido y no puede hacer nada al respecto.
Reto a cualquiera que lea estas líneas a que me diga qué programa de radio, de televisión, o qué proyecto de bienestar social gubernamental se preocupa por dar contenidos de calidad y que no sean el típico programa que regala cualquier babosada, o que se gana al público gracias a la mofa, al chiste fácil o al chisme.
En lo personal, tengo muchos años de conocer a Martha Debayle y, si bien no es perfecta (quien esté libre de pecado…), ha logrado, como mujer, lo que muy pocos hombres y mujeres han logrado en este país, que es salir adelante por sí misma, contra viento y marea, ser triunfadora, hacer dinero y tener poder.
Me gustaría ver que alguno de nuestros políticos (hombres y mujeres) utilizara su poder para mandar un mensaje de superación como comúnmente lo hace el programa de Debayle. Insisto, no es una mujer perfecta ni mucho menos, tiene muchos defectos igual que todos, pero ha cometido el gran pecado que no se perdona en este país: ha logrado el éxito. Y lo ha hecho siendo mujer.
Su programa a veces es inspiracional y siempre es aspiracional. La mitad de su audiencia es de hombres, con una gran parte de seguidores de la comunidad LGBT a la que siempre ha respetado, le ha dado su lugar y hasta ha luchado por ellos. Más allá de si a Martha le encanta ser el centro de atención, la realidad es que pocas personas como ella se preocupan por darle algo de calidad a su público, y eso se agradece.
Ah, y lo dejo bien claro de una vez: no, la señora Debayle no me paga un sólo centavo para escribir esto, ni trabajo con ella ni nada por el estilo. Lo hago porque es verdaderamente alarmante que Internet se use para atacar por atacar, para escupir cualquier idea o pensamiento sin pensar en las consecuencias, para sacar de contexto las declaraciones de alguien o para querer destruir a cualquier persona por el simple hecho de no estar de acuerdo con ella.
Y más preocupante es que la mayor parte de esos mensajes vomitados en las redes sociales sean en contra de mujeres. Otro caso reciente fue el de la gimnasta mexicana Alexa Moreno, a la que Twitter se encargó de lapidar a pedradas electrónicas gracias a las burlas que se llevó por su aspecto físico. Total, ¿qué importa si fue una de las gimnastas más veloces de los Juegos Olímpicos? Lo importante era humillarla por su físico, el cual no tiene absolutamente nada de malo.
Si la gente que escribe en Twitter, Facebook, Instagram o cualquier otra red social tuviera dos dedos de frente, se darían cuenta de que Moreno tiene la complexión y la apariencia de la mujer mexicana promedio, les guste o no les guste. En otras palabras, ese tipo de ataque de los llamados Twidiots son exactamente lo mismo que escupirle al cielo.
A nivel internacional es lo mismo. El odio es mundial. Como ejemplos están celebridades como la actriz negra Leslie Jones, que por el simple hecho de ser alta y negra fue agredida a tal grado que cerró su cuenta de Twitter; la actriz Lily James (de Downton Abbey y Cenicienta) hizo lo mismo tras recibir mensajes de odio y de burla por su aspecto (¿?); o la también actriz Daisy Ridley (Star Wars), quien tras pronunciarse contra la portación de armas en EU debido a las recientes masacres que ha habido en ese país recibió mensajes que no la bajaban de hipócrita y la atacaron de la manera más baja, utilizando en su contra cosas que ella misma reveló en su cuenta de Instagram para sus fans y que la han convertido en un modelo a seguir por su valentía.
Según The Free Dictionary, jodido significa alguien que está desmoralizado, cansado o algo que está roto, estropeado. Para la RAE, la palabra joder, además de la connotación sexual, significa aguantarse, fastidiarse, arruinarse, echar a perder algo.
Así que lo dicho por Martha Debayle es correcto: ella no hace radio, ni revistas, ni nada, para gente que se sienta desmoralizada, fastidiada, que crea que tiene que aguantar la vida que tiene, la vida que le tocó o que siente que ha echado a perder su vida. No. Para eso están el gobierno y la mayor parte de los programas de televisión.
Si su gran pecado es ser una mujer que a través de su programa ha tratado de darle una mayor autoestima a su audiencia y de sacudir de su marasmo a muchos de quienes la escuchan, entonces que los retrógradas se revuelquen en su estupidez. Pero bien lo decía Camilo José Cela: “No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.