Los momentos pasan, las lágrimas corren, las sonrisas se graban y las decepciones se superan.
Los sentimientos son pasajeros, momentáneos, expresan un estado de ánimo que tiene pronta fecha de caducidad.
Ése que al menos al futbolero pueblo brasileño le durará cuatro años con la medalla de oro conseguida en el balompié con un cierre dramático, pero con un trámite de partido electrizante, que para ser una final y para estarse jugando lo que se jugaba, tuvo altísimas dosis de emociones. Si contamos las jugadas claras de gol que se generaron y las comparamos con cualquiera de las finales de cualquier categoría, nos daremos cuenta de que fuimos testigos de uno de los partidos mejor jugados en años.
Brasil puede dormir en paz al menos en su futbol; ya tiene lo que nunca antes había logrado, y esa conquista tiene un responsable: Neymar. Porque es justo darle la dimensión exacta a lo que logró este futbolista de apenas 24 años de edad.
Y tendremos de sobra momentos para la historia como cada cuatro años.
Nos quedamos sí, con los que nos generaron alegría en esta aventura olímpica como las cinco medallas cosechadas; pero como no todo se valora en función de oro, plata y bronce, hay esfuerzos que deben ser aplaudidos y reconocidos.
Nos quedamos con eso de manera sentimental, pero lo otro no; lo otro no debe pasar de largo, ahora viene la parte más importante de un ciclo olímpico, y se trata del análisis y las debidas valoraciones. Porque es hoy, lunes, donde inicia el camino a Tokio 2020, y el primer paso es la exhaustiva revisión de todos los procesos: deportivos, administrativos, logísticos, médicos, económicos, etcétera.
Que nadie quede fuera del análisis y las valoraciones, y en eso deberá ir incluido el vergonzoso pleito entre el Comité Olímpico Mexicano y la Conade que no tuvieron la capacidad ni el respeto hacia los atletas para detener su guerra sucia.
Ninguno de los dos entendió que este escenario olímpico es para ver a los atletas y no las penosas diferencias que existen entre ellos.
Para ambos, bien merecida la medalla de la vergüenza.
Menos grilla y más trabajo, que hay mucho por hacer.