Ruta: desde San Quintín hasta el Valle de Guadalupe.
Duración: tres noches.
Coche sugerido: Tesla.
Objetivo
Degustar Ensenada, de Sur a Norte y de la costa al valle, es un deleite para los paladares más exigentes. Este gran rincón de la costa del Pacífico es una especie de alacena que guarda algunos de los mejores productos que engrandecen la gastronomía de todo el país.
Punto de partida: San Quintín, Ballenas, volcanes y el granero de México.
Unas tres horas al sur de la ciudad de Ensenada se encuentra San Quintín, el mismo que saltara a la fama por las razones equivocadas hace un par de años. San Quintín es un pueblo agrícola, de gente tan cálida como su clima y de paisajes casi lunares. En la Bahía Falsa, rodeada de cráteres volcánicos, se encuentran decenas de campos de cultivo de Ostión, Almeja y otros productos de mar; tierra adentro, enormes campos de frambuesas, fresas, pepinos, sandías, cebollas, tomates y decenas de productos con tanta calidad que llegan a los mercados y restaurantes más exigentes del vecino país del norte.
En San Quintín existen varios rincones que merecen una visita, las extensas playas de arena suave, la fauna que llega -como las ballenas- durante todo el año a jugar en la bahía, y la lobera, un espacio que atrae cada día a decenas de lobos marinos. No dejes de visitar El Molino Viejo, un restaurante caracterizado al estilo western y escondido entre las formaciones de la Bahía Falsa, además de tener una exquisita gastronomía local a base de carnes, cangrejo con paprika, ostiones y enormes jitomates que incluso aparecen entre los postres, podrás ver el paisaje y la fauna en uno de los sitios privilegiados de este destino.
Primera parada: La antigua ruta del vino.
Entre San Quintín y Ensenada se encuentran dos importantes zonas para los sibaritas: la Antigua Ruta del Vino, que aunque ha quedado a la sombra del fascinante Valle de Guadalupe no deja de ser la primera, y la segunda es la que concentra a algunas de los más importantes vinícolas, como Santo Tomás y L.A Cetto, u otras increíbles Cuatro Cuartos, Palafox y Ojos Negros; una región productora de exquisitos quesos, entre ellos el Ramonetti, y otros productos artesanales.
Segunda parada: Ensenada: cerveza, surf y buena vida.
La ciudad de Ensenada, por sí misma, merece un detallado recorrido. Empezando por los famosos puestos callejeros que venden tostadas de marisco fresco y exótico como Erizo y Pepino de Mar, los premiados restaurantes de cocina de autor, como Manzanilla de Benito Molina, los tradicionales pasteles del Rey Sol, la cantina Hussong’s, la premiada microcervecera Wendlandt y un paseo por la avenida principal llena de tiendas o por el malecón con las fuentes danzantes. Ensenada es un paraíso para los surfers, golfistas – ahí se encuentra el famoso hoyo 5 llamado Pebble Beach mexicano- y para todo turista que vaya en busca de experiencias auténticas al lado del mar.
La última y nos vamos: El magnífico Valle de Guadalupe.
A 30 minutos de Ensenada se encuentra la joya de la corona, el Valle de Guadalupe, que se mantiene como el gran atractivo de la Ruta del Vino, con hermosos viñedos con anfiteatros, cavas y exquisitos restaurantes de renombrados chefs como Deckmans de Drew Deckman, Finca Altozano de Javier Plasencia, La Esperanza de Miguel Ángel Guerrero o Silvestre de Benito Molina. Imperdibles son las visitas a Baron Balche, LA Cetto, Las Nubes y Monte Xanic, por mencionar algunos viñedos.
Posiblemente no exista mejor forma de disfrutar el valle que hospedándote en Encuentro Guadalupe – antes Endémico – un hotel situado a lo alto de la montaña, que ofrece una increíble vista panorámica a sus habitaciones de arquitectura orgánica que parecen fundirse entre las rocas del valle.
Además, ya que la preocupación por el cuidado del medio ambiente es una constante en toda la región, Encuentro Guadalupe ha instalado en conjunto con Tesla cargadores para coches eléctricos, un extraordinario maridaje de lujo, confort y conciencia ecológica para la zona.