No faltará el insensible funcionario público que no crea su buena suerte de haber publicado el más reciente gasolinazo en un boletín perdido el sábado y que para iniciar la semana todos lo hayan olvidado ante la repentina muerte de Juan Gabriel.

 

Lo que no pueden perder de vista es que una vez que pasen las exequias del Divo de Juárez, ahí estará el Terror de Macuspana recordándoles en tiempos oficiales que nosotros pagamos que sus reformas estructurales fueron un fracaso.

 

Ya dejó de lado su famoso mensaje del avión que no tiene ni Obama y ahora le pega mañana, tarde y noche a las reformas estructurales. Acusa al gobierno de mentiroso por hacer cambios y prometer reducciones en los precios y, al mismo tiempo, dar gasolinazos y chicotazos con el cable de la luz.

 

En algo tiene razón. Dentro del gobierno del presidente Peña Nieto se da una bipolaridad notoria, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde que se autosabotea.

 

La reforma educativa es un buen ejemplo: hay funcionarios que tras su aprobación han buscado siempre su aplicación a rajatabla, con todo y los descuentos y despidos de maestros faltistas. Pero, al mismo tiempo, hay otros que en sentido contrario sientan a la mesa a los que quieren la ruptura y les prometen retomar algo de esa impunidad de la que tanto tiempo gozaron esas organizaciones llamadas de maestros. No se ayudan dentro del gobierno.

 

Con el tema de los energéticos sucede lo mismo. Algunos con ánimos más políticos prometen que gracias a la reforma bajarán los precios de la luz y de las gasolinas, así lo anuncian. Pero peor que eso, en el caso de la luz se determinó reducciones en las tarifas que no correspondían realmente a una eficiencia de la empresa del estado.

 

Los procesos, por ejemplo de conversión de combustóleo a gas natural, habrán de tomar años, pero alguien quiso presumir la bondad de la reforma con estas disminuciones que implicaban mayores subsidios. Hoy que el gobierno no está para andar gastando con tantos problemas macroeconómicos, con todo y la presión de las calificadoras, echó marcha atrás.

 

Como sea, el que encabezó desde la CFE esas bajas artificiales, hoy está cuidando los intereses electorales del partido en el poder. Y el que llegó se encontró con la bomba de tiempo.

 

En las gasolinas es igual. Se prometieron precios bajos cuando la realidad es que en el camino al libre mercado no hay certeza del nivel de costos de un producto tan volátil como la gasolina.

 

Pero, otra vez, sonaba bonito prometer algo que era improbable, en lugar de preparar a los consumidores a asumir el precio de la Magna como el del jitomate: incierto y cambiante.

 

Además, con los problemas fiscales tan agudos que enfrenta el gobierno, las gasolinas se pusieron a la mano para sacarles hasta el último centavo posible de impuestos.

 

En resumen, si la realidad es contraria al mensaje oficial, no pueden cosechar otra cosa que voces negativas.