Así cambian los tiempos. Durante muchos años, la única nota posible que existía en un día como hoy, 1 de septiembre, era el informe presidencial. Su entrega, su contenido y el mensaje presidencial, en sus diferentes tesituras.
 
Hoy no, en este el ex día del Presidente, estamos ocupados en el momento del candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos pisando suelo mexicano y su cara de conquistador reclamando tierras nuevas. Nadie podría cambiarle esa expresión soberbia a este sujeto que vive alejado de la realidad global.
 
En este día, el golpeteo y la denostación al presidente Enrique Peña Nieto y su gobierno por atreverse a hacer esta invitación es inversamente proporcional a los aplausos que cosecharon los mandatarios priistas anteriores en un 1 de septiembre.
 
Francamente a mí me produjo más repulsión ver al mismo Peña Nieto retratándose con el decrépito Fidel Castro en enero de 2014, dado que ese personaje es un dictador en retiro que durante décadas se aferró al poder y que tanto afectó a millones de cubanos que vieron suspendidos sus derechos fundamentales.
 
Pero, claro, Donald Trump es un auténtico peligro, un hemorrágico verbal que se ha dedicado a denostar a México, a su gente, a su gobierno y a cualquier cosa que tenga que ver con nuestro país que, a querer o no, es el más influyente para Estados Unidos.
 
Trump se ha metido de frente con un país que vive enojado, con una marea que inclemente arremete contra cualquiera que atente en contra de las ideas que logran colocarse como pensamientos colectivos.
 
El candidato republicano muestra su pobreza de personalidad humillando a quien no tenga su fortuna económica, pero Trump es un personaje que dentro de nueve semanas puede convertirse en Presidente electo de Estados Unidos.
 
Enfrentar a este personaje en casa no pareció ser una buena idea para un gobierno que no ha mostrado sus dotes de tener habilidad política ni en lo interno ni en lo externo, pero es algo que, si gana Trump la Presidencia, sería imperativo a partir de enero de 2017.
 
Adelantar el contacto ahora que el personaje es el candidato más débil de la contienda es fácilmente interpretable como uno de los peores errores de Peña Nieto, pero no recibirlo no mejora la percepción de riesgo que pesa sobre la relación bilateral.
 
Y, por el contrario, algún aligeramiento de la cargada histérica de Trump, producto de este encuentro, puede ayudar hasta en la presión que hay sobre México en los mercados financieros.
 
Entre las decisiones que han motivado las salidas de capitales de este país está la posibilidad de que Donald Trump gane la Presidencia, cada vez que sube en las encuestas baja el peso frente al dólar. Habría, pues, alguna ventaja financiera de que este magnate neoyorquino relajara su discurso de odio contra México.
 
Si la extraña jugada de la Presidencia mexicana fue para hacer enojar a la oposición, a la comentocracia y hasta a Twitter, le salió a la perfección.
 
Pero si de esta controvertida reunión se logra una mitigación en el discurso antimexicano de este sujeto, algo se habrá ganado.