Según Berlusconi, en China hierven a los niños. Ojalá hicieran lo mismo con los presidentes. Hago ésta columna con dificultad. Con una mano escribo y con la otra busco en Google “hervidores en Hangzhou” para ver si nos hacen el favor de tirar a nuestro mandatario al agua caliente, ahora que anda por allá.

 

Estaba viendo las fotos de Peña Nieto en la cumbre de líderes del G20 y se ve feliz. Claro, seguro dijo “mientras los mexicanos entierran a Juanga y se les pasa el coraje de Trump, yo me voy a China a comer rollitos primavera y chop suey”.

 

El presidente Xi Jinping (ja, ja, qué chistoso nombre) anunció que el objetivo de la reunión era “reactivar la deprimida economía mundial”. ¿La economía? Los deprimidos somos nosotros después de la burla de Donald.

 

Por cierto, la llegada de Trump casi tapa otros sucesos atractivos como… ¡Eruviel y Rosario Robles cantando Amor eterno en San José del Rincón! ¿Los vieron? Y si notaron que el gobernador del Estado de México tenía la mirada un poco perdida y repetía con mucho sentimiento la parte de “tarde o temprano estaré contigo para seguir amándonos…”, es porque –según los cercanos– Eruviel tronó con su novia Lola Villegas justo cuando festejarían un año de romance.

 

Otra opacada por Trump fue Margarita Zavala, que con tan buena voluntad nos invitó a un recorrido por su casa. Algunos no se enteraron por andar en la grilla, pero esta columnista sí entró al hogar del ex presidente Calderón. Me sentí supermoderna porque el paseo fue virtual, online.

 

Tal vez crean que soy una ociosa completa o que es irrelevante saber cómo vive una señora aspirante a la Presidencia. Pero no podemos pasar por alto la máxima del feng shui: como es adentro, es afuera. O sea que, conocer la casa es conocer a la persona (si está desordenada, es un reflejo del desorden interno del dueño, pues). Psicología pura.

 

La morada de los Calderón Zavala es blanca. Y la cocina arroja los primeros datos –que parecen inútiles, pero no lo son­– y se nota que la familia tiene un déficit de potasio: hay muchos plátanos. Margarita confiesa que no es una gran cocinera, pero que la pierna de cordero le sale bien. Lo anterior nos da otra clave: no se complica la vida (es que metes la pierna al horno, le subes a todo y ya).

 

De ahí pasamos al comedor, donde celebran todo –los cumpleaños, la navidad– decorado con fotos y una colección de bicicletitas. La fotografía que más destaca es la de una señora de pelo blanco que, si me preguntas, es la madre o la suegra de la ex primera dama. O una tía muy querida, ve tú a saber.

 

En 2004 ampliaron la casa –dos años antes del sexenio de su marido, para que no digan que usaron lana presidencial– e hicieron un jardín porque les encanta comer afuera. Como chiste, cuando Margarita le dice a Felipe: “Mi amor, ¿salimos a comer?” sólo la lleva al patio. Además ahí está la biblioteca, su lugar favorito.

 

Otro es su recámara, pero no entramos, a lo mejor el ex presidente no estaba visible.

 

Ya saben, me gusta escribir sobre las pequeñas cosas.