Cuando uno cree que ya ha visto todo en el mundo del futbol, siempre aparece Cruz Azul para ampliar nuestra capacidad de asombro.
La maldición celeste parece no tener fecha de caducidad: cuando aparenta estar listo para vencer a sus fantasmas y echar por tierra todas las versiones que lo catalogan como el equipo más frágil de la Liga, lo vuelve a hacer.
No importa si es temporada regular, semifinal o el último partido. No es relevante si faltan 45 minutos, 60 segundos o si es la última jugada. Porque en el mundo de Cruz Azul todo es posible cuando se trata de una nueva derrota histórica. En el mundo de Cruz Azul todo puede suceder cuando hablamos de drama y tristeza. Y puede suceder porque a este equipo no se le agotan las posibilidades de hacerlo peor en cada oportunidad.
Y sí, la volvió a “cruzazulear”; este término, que bien podría ser ya aceptado por la Real Academia Española, podría ser verbo; podría ser sustantivo, pero más bien parece ser un estado, un comportamiento único e irrepetible. Porque si bien es cierto, todos los equipos de cualquier deporte son capaces de tener una mala tarde o de guardar en sus libros de historia una derrota profunda y dolorosa, ninguno como Cruz Azul, ninguno tan capaz de reinventarse en estos términos como lo hacen en La Noria.
El partido del sábado reflejó a cabalidad lo que han sido América y Cruz Azul. Los primeros capaces de resurgir de sus cenizas y los segundos en revolcarse cada vez más en ellas. Para ninguno hay imposibles, aunque la escena final sea contrastante.
El análisis no puede ser tan vago como lo que escuchamos ayer en las conferencias de prensa; por el lado americanista sólo escuchamos unión, fuerza, deseos, garra, mentalidad, etcétera, y aunque se necesite esto para levantarse de un marcador en contra, también se requiere de un mejor trabajo colectivo para no estar en esa situación, tal y como lo estuvo 15 días antes en el Clásico Nacional y de la cual no pudo recuperarse. Y del otro lado siempre hay un tercero responsable: en este caso fue el árbitro.
Resulta imposible mantener un estado colectivo permanente, pero la bipolaridad mostrada por ambos equipos el sábado no los ha de llevar muy lejos.
A la redacción del diario le pido, de la manera más atenta, guarden esta colaboración, ya que seguramente será utilizada más adelante. Con Cruz Azul, estas líneas se vuelven atemporales.