Era más que predecible que un presupuesto que se contempla con menos recursos para el próximo año habría de generar reacciones encontradas. De un lado están los que advierten de los riesgos de recortar recursos a toda clase de partidas y del otro lado, los que recuerdan que el recorte se debe a la indisciplina del propio gobierno y la necesidad de hacer todavía más sacrificios presupuestales.
A nadie deja contento un presupuesto limitado, vamos, ni siquiera a quien lo propone. Dicen que cuando José Ángel Gurría fue nombrado secretario de Hacienda y le tocó revisar las propuestas de recursos de las dependencias del propio gobierno; la primera que tachó y recortó, hasta de mala manera, fue la que él mismo había redactado desde la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Dice el actual secretario de Hacienda que un buen “no”, no se le niega a nadie. Y es evidente que para los gastos del próximo año se han repartido muchas negativas a las propuestas presentadas a la Subsecretaría de Egresos.
Se han multiplicado las conferencias de prensa, las declaraciones banqueteras y hasta los estudios más profundos que hablan de los perniciosos efectos de quitarles recursos.
Ya nos han advertido de los peligros de frenar el Sistema Nacional Anticorrupción, ya llegó la advertencia de no poner más recursos a los emprendedores para crear micro y pequeñas empresas. También alertaron sobre el freno en las obras de mejora del Metro de la Ciudad de México. En fin, sobran los ejemplos.
Si pudiera usted ver las agendas de los jefes de las bancadas del Congreso y de los legisladores responsables de las comisiones de elaborar el presupuesto, vería cómo están llenas de citas, llamadas pendientes y solicitudes de todos aquellos cabildeadores que buscan convencer a los que habrán de votar el paquete económico sobre la importancia de hacer los recortes, pero siempre en los bueyes de sus compadres.
Claro que los partidos políticos opositores también se adornan con amenazas a diestra y siniestra de promover recortes castigadores, que suenan más bien a ajustes de cuentas.
En el otro canal están aquéllos que advierten que México está en la antesala de una nueva crisis económica derivada de los propios errores financieros del gobierno. Gastar de más, endeudarse de más, depender del petróleo, no tener resultados en el crecimiento, en fin.
La corrección que tiene la puerta cerrada, por ahora, es la del aumento de la recaudación. La vía de salida es recortar los gastos para que vayan quedando excedentes para pagar la creciente deuda.
Hay una voz casi unánime entre los expertos en economía, muchos de ellos del grupo de los tachados como neoporfiristas, de que los recortes planteados son insuficientes y que hay que meter más tijera, sobre todo en la grasa del gasto corriente.
Quizá por eso los neofósiles como López Obrador brincan, porque les encanta gastar dinero público a manos llenas.
Total que lo único garantizado es que nadie va a quedar contento con el paquete económico del próximo año.