¡Misión cumplida!, claman con euforia desde Zúrich. ¡Una preocupación menos para el próximo Mundial!, respiran con satisfacción en Moscú. ¡No más racismo!, aseguran ya no sabemos si con cinismo, ineptitud o una burda mezcla de los dos.

 

La FIFA ha cerrado su comité especial para combatir racismo y discriminación en el país sede de la próxima Copa del Mundo, bajo el entendido de que “se ha completado totalmente esta misión” y que, por ello, la unidad “se disuelve y ya no estará más en operación”.

 

¿Qué significa eso? Que en el organismo rector del futbol se dan por bien servidos, pese a que lo habitual en el futbol ruso son los gritos xenófobos, la intolerancia, la intimidación, el ofender al que es o luce distinto; toda una retórica basada en color de piel, procedencia, religión, ideología; pancartas con imágenes de plátanos y agradecimiento cuando un equipo de otra liga contrata a un negro y lo aleja de Rusia; hasta cien incidentes en las últimas dos campañas, según cifras de The Guardian.

 

La máxima estrella de esta liga, el atacante brasileño Hulk, quien llegara en 2012 al Zenit de San Petersburgo por una cifra récord, admitía recientemente que a cada partido enfrenta algo de este tipo. Otro escándalo mayúsculo aconteció cuando el ghanés Emmanuel Frimpong, devolvió un dedo de insulto a la grada que le atacaba con sonidos de simio, a lo que el brillante árbitro reaccionó nada menos que expulsándolo.

 

De inmediato, Frimpong alertó a los futbolistas africanos que el Mundial será bajo esos patrones de comportamiento y en esos estadios, como el de Rostov, cerrado parcialmente para la jornada de Champions de esta semana por las brutalidades ahí escuchadas en un cotejo ante el Ajax (club relacionado en Holanda con la comunidad judía y con varios elementos negros en su alineación habitual).

 

Preocupante y, sobre todo, aberrante, que se diga que la misión fue un éxito. Una doble moral, pretendiéndose proyectar un mensaje que no corresponde con el estado actual del futbol de ese país. A eso debe añadirse, esto a escala política, la denominada ley anti propaganda gay, que ya generó no pocos problemas en los Olímpicos de invierno de Sochi 2014 y en los Mundiales de Atletismo de Rusia 2013.

 

Bonito coctel de discriminaciones, homofobia y prejuicios nos espera para el venidero Mundial. Un coctel que tendría que ser disuelto, como meta inicial, por la nueva secretaria general de la FIFA, la senegalesa Fatma Somoura; sin duda, la primera gran derrota de quien intenta impregnar al futbol de inclusión, respeto, educación, tolerancia, el escuchar que se cierra ese comité con palabras de beneplácito y congratulación.

 

Misión cumplida, pueden decir, y a cada plátano lanzado, a cada grito de odio proferido, a cada suástica ondeada, a cada ataque incluso a equipos locales como el Rubin Kazan por ser tártaro, serán cómplices. Y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver…, o sea, que la FIFA.

 

Twitter/albertolati

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