Al pie del atril, a unos pasos de José Antonio Meade, los foquillos rojos cambiaban a toda velocidad.

 

Una cifra de 13 dígitos mostró el tablero en un momento dado: 9 099 285 707 531. Poquito después estaba en 9 099 306 641 153. Cambiaban segundo a segundo. ¡Millón y medio por minuto!

 

El secretario de Hacienda intentó una broma: “¿Es el tiempo que tengo para responder?”.

 

En turno en la tribuna, el senador perredista Mario Delgado repuso con tirantez: “No, secretario. El tablero muestra el crecimiento de la deuda…”.

 

Fue ése uno de los pocos momentos incómodos para el cinco veces secretario de Estado –dos con el PAN, tres con el PR– durante su comparecencia en el Senado. Porque valga decir que Meade es uno de los funcionarios que mejor tratan los legisladores.

 

Y no por temor, como ocurría con su antecesor en Hacienda, Luis Videgaray; sino porque el economista itamita especializado en Yale es un hombre que no sólo se gana la confianza de quienes lo conocen, sino que se hace querer.

 

¿Cómo lo logra? Fácil: es muy educado, sencillo en su trato, suele ser directo y claro en sus respuestas, es probo –no tiene fama de deshonesto– y respeta la inteligencia de su interlocutor.

 

Su trato es muy diferente, ciertamente, del clásico político arrogante –los hay en todos los partidos y hasta entre los independientes– que responde con mentiras o medias verdades y piensa que los demás son ignorantes, que no entienden lo que pasa o simplemente considera que no están a la altura de su vida.

 

Meade, pues, es un hombre talentoso y sencillo. Ello le ha permitido convertirse en funcionario importante de dos Presidentes de la República –uno del PAN, Felipe Calderón; y otro del PRI, Enrique Peña Nieto– y en uno de los integrantes del gabinete más consentido por la clase política.

 

Aunque es de notar que los viejos priistas lo ven con recelo, lo consideran más azul que tricolor. Quieren para 2018 a alguien con el fierro del PRI bien marcado, y ven en Meade el caballo negro a vencer.

 

Pero volvamos a la comparecencia. Lo cuidaron los priistas, los panistas, los verdes. Si algo había que cuestionar fue más bien al paquete que le dejó Videgaray. No a él.

 

Y no se diga el aumento de la deuda y lo relacionado con el tipo de cambio del peso frente al dólar.

 

Hasta el panista Héctor Larios ejemplificó la diferencia de una administración panista de una priista con la paridad del dólar que dejó el propio Meade cuando fue titular de Hacienda en el sexenio pasado: 12 pesos 96 centavos, con la que recibió ahora que regresó a esa misma cartera: 18 pesos 36 centavos.

 

¿Impugnaciones? Una importante por parte del PRD: la condonación “inexplicable” de 188 mil millones de pesos en los últimos cuatro años a ciertos grupos económicos, según referiría Armando Ríos Piter.

 

Al final de cuentas, después de cuatro horas y media de comparecencia, Meade recibiría el aplauso de todas las bancadas. La más animosa: la del PAN.

 

GEMAS: obsequio de Javier Vargas Zempoaltecatl, encargado del despacho de la SFP sobre la investigación de varios gobernadores priistas salientes: “La Secretaría de la Función Pública no va a meter a nadie a la cárcel; para eso está la PGR y para eso se creó la Fiscalía Anticorrupción”.