Si se trata de votar, y si usted tiene la posibilidad de hacerlo en las elecciones del 8 de noviembre en Estados Unidos, ni lo piense: la mejor opción que tiene el mundo es que Hillary Diane Rodham Clinton se convierta en la próxima Presidenta de Estados Unidos.

 

Pero si de lo que se trata es de encontrar algún catalizador que permita al peso mexicano recuperar algo de la paz perdida durante este septiembre y, de hecho, a lo largo de este año, no se confíe al desempeño de los debates o a la campaña de la señora Clinton.

 

De entrada tenemos que olvidarnos de las viejas glorias de la moneda mexicana cuando le apodaban el Superpeso. No hay manera de que lo veamos de vuelta en niveles de 2014. Vamos, ni siquiera parece posible que algún día la moneda nacional se vuelva a cotizar por debajo de 16 por dólar.

 

Lo que vimos la noche del lunes fue cómo el peso mexicano se recuperaba fuerte frente al dólar, a la par que avanzaba el debate. Ante los ojos de los mexicanos y de los mercados, Hillary le puso una buena vapuleada al señor Donald John Trump.

 

Cincuenta centavos de un jalón nos hicieron alegrarnos más con la campaña demócrata y nos hizo soñar con que si lograba despachar la ex secretaria de Estado en la Casa Blanca, seguro veríamos de vuelta una paridad peso-dólar mucho más razonable.

 

Pero apenas ayer otra señora estadunidense de gran influencia en la política mundial nos recordó que también sus palabras mueven los mercados. Y es que ayer la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, estuvo ante la comisión de Servicios Financieros del Congreso de su país.

 

Y es que además de las presiones para saber cómo, cuándo y cuánto subirán las tasas de interés en aquel país, ahora está la presión para la señora Yellen de ser blanco de los ataques de Trump.

 

Pero la volatilidad sigue presente, intacta, de hecho. El movimiento a la baja tan brusco que tuvo el dólar frente al peso es también volatilidad, es también parte de la especulación que ha convertido a la moneda mexicana en el objeto del deseo de rendimientos inmediatos.

 

No es por ser malpensado, pero imagine al operador de fondos que, con el pretexto del triunfo del debate de Hillary, decide vender alguna parte de las coberturas que maneja de algunos clientes y se sube a la ola de la apreciación del peso. Una vez logrado el objetivo, regresa a la compra de dólares para volver a ganar.

 

Hay mucho que alimenta este movimiento brusco de la moneda nacional: hoy tenemos reunión de política monetaria en México; eso pesa también.

 

Además de todos los factores externos que son bombas de mecha corta y encendida, como la situación financiera del Deutsche Bank, las pláticas de la OPEP o cualquier otra calamidad que usted quiera apuntar en la lista.

 

Así que no confiemos en Hillary Clinton para recuperar el valor del peso. En todo lo demás, no hay duda que es la opción menos costosa para el mundo.