El deporte ha sido una maravillosa herramienta para hacernos creer que lo imposible no lo es tal; que los súper héroes no necesitan tener poderes especiales como volar, lanzar fuego o ser invisibles para generar idolatría y admiración.

 

Para llegar a ser uno, se requieren muchas cosas: talento, disciplina, capacidad, constancia, carácter y, por encima de cualquier cosa, amor al juego.

 

MLB: Toronto Blue Jays at Boston Red Sox

 

Ser deportista es un privilegio de muy pocos, y más reducido es el grupo de aquellos que entienden que todo tiene un ciclo, y que estos algún día llegan a su fin. Dejarlo no es tarea sencilla y representa quizás, uno de los retos más importantes en la carrera de un deportista. Claro, llegar es muy complicado, pero saber decir basta lo es aún más. Nadie quiere dejar de ser ídolo; nadie quiere renunciar a los grandes salarios o a las enormes facilidades que otorga ser una estrella reconocida, pero es en ese justo y decisivo momento cuando los deportistas se hacen más grandes y donde nace la leyenda.

 

Poner punto final a una carrera significa ordenarle al cuerpo que se detenga por más que en ocasiones de señales que aún puede y quiere. Pero resulta indispensable sentarse frente al espejo y preguntarse cómo quiere ser recordado.
Decir adiós es un asunto de autocrítica que no todos son capaces de hacer. Es cuando la cabeza se pone por encima de las emociones.

 

Ayer fue el último día de actividad para David Ortiz en temporada regular. Y se podrían ocupar planas enteras del diario para demostrar numéricamente quién fue “Big Papi”, pero no todo se reduce a cuadrangulares, hits, carreras impulsadas o porcentaje de bateo. Hablar de él es hablar de un pelotero determinante, quizá el más importante de los últimos años. Uno de esos que mientras más grande era la presión, más disfrutaba y mejor respondía. Cambió la historia del juego, cambió la historia de Medias Rojas de Boston. Fue responsable de abonarle capítulos de inconmensurable grandeza a la rivalidad más grande que tiene el deporte: Boston-Yankees, y no exagero si le digo que los Mulos se libran de su más grande pesadilla.

 

Hablar del “Papi” es hablar de sencillez, carisma y bondad. De un deportista respetado y una persona querida.
A partir de hoy cualquier juego puede ser el último, por eso cada sonrisa, cada aplauso, cada swing, cada batazo y cada movimiento deberá ser aquilatado.

 

Aun no se va, pero empezamos a extrañar esas manos apuntando al cielo cruzando el plato después de cada jonrón, y apunta ahí porque es el lugar donde descansa su madre, Ángeles Rosas Arias, quien murió en un accidente automovilístico en el 2002 cuando apenas tenía 46 años.

 

David Ortiz, el más grande, el más “Big”, el “Big Papi”, el Rey David, uno de esos peloteros que supo decir adiós honrando su carrera y engrandeciendo su recuerdo.

 

Gracias, Papi, el beisbol te va a extrañar.