La Seguridad Pública en la Ciudad de México

 

Actualmente, uno de los principales problemas que afectan a la Ciudad de México es la inseguridad pública. Conductas delictivas como el secuestro, el robo a casa-habitación, el robo con violencia en transporte público, el asalto a mano armada en las calles (incluidas vialidades como el Viaducto o el Periférico), la petición de mordida en diferentes áreas de la administración pública, el soborno y el vandalismo son cosa común hoy en día.

 

Además, la ineficiencia y corrupción de las áreas de seguridad pública y procuración de justicia, provocan que muchos delitos no se denuncien y, de los que se denuncian, un porcentaje muy bajo llega a consignarse y menos aún a sancionarse. Es lamentable escuchar, por todos lados, las inconformidades y quejas de diversos ciudadanos o instituciones privadas, y es todavía peor saber que no recurren a las autoridades porque lo consideran inútil o una pérdida de tiempo y porque no hay respuesta, ni atención, ni seguimiento y mucho menos resultados sobre cualquier denuncia o queja.

 

La impunidad es lo más común y ello provoca, por un lado, decepción y falta de credibilidad de los ciudadanos y, por el otro, un estímulo al crimen y a los delincuentes. El procurador de Justicia de la ciudad, al comparecer ante la Asamblea Legislativa, afirmó que se ha logrado reducir 15. 8% la incidencia delictiva. Esto, sin embargo, no lo percibimos los habitantes de la ciudad y varias organizaciones sociales manifiestan que dicha incidencia se ha incrementado.

 

Los capitalinos nos sentimos inseguros, como lo muestra la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2016 del INEGI, donde la percepción de inseguridad afecta a 84.6%. Esto resulta en una molestia constante y tiene repercusiones económicas y sociales serias, pues obliga a las personas a cambiar sus hábitos, a gastar en dispositivos especiales de seguridad y, a veces, hasta a modificar su residencia.

 

En la Ciudad de México 56% de las personas víctimas de algún delito ha dejado de realizar ciertas actividades por temor a que se repita el incidente. Esto indica que el cambio de algunos hábitos está determinado, en parte, por el hecho de ser víctimas o no.

 

Las mujeres, por ejemplo, ya no llevan joyas en la calle; los hombres dejan sus relojes en casa. Cada vez menos personas quieren arriesgarse a ser parte de la estadística negra, pues los delitos con portación de arma son 59.1 % del total.

 

Los gastos en seguridad que realizamos los capitalinos se han incrementado sustancialmente. La idea de tener un poco más de tranquilidad nos lleva a adquirir cámaras de vigilancia, rejas y candados en calles y comercios, seguridad privada, seguros contra robos, entre muchos otros.

 

Los capitalinos vivimos constantemente con temor de ser víctimas. Las autoridades hablan de disminución en los índices de criminalidad, pero los vecinos no vemos resultados y en ello cuentan no sólo nuestras propias experiencias, sino también las de familiares, conocidos y compañeros de trabajo.

 

Los delitos denunciados, sin embargo, son una parte menor de los ocurridos, pues no todas las víctimas denuncian ante las autoridades, y esto es así por temor a represalias; desconfianza en las autoridades, percepción de pérdida de tiempo, corrupción o, incluso, maltrato o hasta amenazas de los policías o del Ministerio Público.

 

Conocemos todos los días de delitos graves perpetrados por delincuentes comunes o bandas organizadas. No obstante, el Gobierno de la ciudad y los responsables de la seguridad y la procuración de justicia insisten en que en la capital del país no existe delincuencia organizada. ¡Ya basta de declaraciones y de cifras sin sustento! Queremos, otra vez, una ciudad segura en la que se combatan eficazmente los delitos del orden común y los realizados por bandas y organizaciones criminales.

 

Señores y señoras “constituyentes”, ¿qué harán al respecto?