De enero a junio, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) ha recibido 95 solicitudes de refugio por parte de menores de edad no acompañados, de los cuales 67 concluyeron el procedimiento, 17 desistieron y 11 seguían en trámite según esos datos.

 

Sus edades oscilan entre los 14 y los 17 años, en su mayor parte, escapan de su país y llegan a México debido al temor de ser reclutados por las pandillas y por violencia de género en el caso de pertenecer al colectivo LGTB.

 

La directora de Atención y Vinculación Institucional de la Comar, Cinthia Pérez, dijo que los adolescentes, al no tener la posibilidad de defenderse, deciden abandonar su nación; la mayoría provienen del triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras)

 

“Los refugiados son reconocidos como tales porque la persecución está directamente relacionada a la nacionalidad, al género, a la raza, a la opinión política o a la religión. Esto en términos de la convención de 1951 de los estatutos de los refugiados”, afirmó Pérez en una entrevista con 24 HORAS.

 

Mencionó que otro de los motivos es que a las jovencitas las obligan a ser novias de los líderes de los grupos delictivos, “también es una causa recurrente por la cual solicitan refugio”.

 

Sobre su llegada a nuestro país, señaló que “en ocasiones tienen algún conocido en Estados Unidos (pero en el trayecto) se encuentran con las autoridades mexicanas, que les informan sobre el acceso  a ser refugiado y deciden acceder”, aseguró la funcionaria.

 

Cuando el menor de edad decide efectuar el trámite para ser refugiado, la Comar (a través de organizaciones de la sociedad civil)  los canaliza a albergues como  la Fundación Casa Alianza México, Aldeas Infantiles S.O.S, Fundación Pro Niños de la Calle, entre otros.

 

Abundó que hay una  definición ampliada  que México ha adoptado en su ley desde 2011 “y dice que los contextos nacionales también podrían generar refugiados como la agresión extranjera, conflictos internos, perturbaciones graves en público o violencia generalizada”.

 

Sin embargo  resaltó que  se han encontrado casos  que no coinciden con  ninguna de estas causas, “pero la vida de ellos se encuentra en riesgo en caso de volver a su país y esta se encuentra relacionada a tortura o tratos crueles. Cuando esto es así el Gobierno de México otorga protección complementaria”.

 

Dos menores, dos caminos distintos

Luis es un niño salvadoreño, México lo ha recibido en calidad de refugiado y actualmente habita en Casa Alianza, una institución de asistencia privada de ayuda a menores. Su padre vive en Estados Unidos y por eso intentó cruzar la frontera, pero el Instituto Nacional de Migración (INM) lo canalizó a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

 

A sus 14 años, su programa favorito son los Looney Tunes, pero ya no lo trasmiten; su comida favorita son los tacos al pastor y no le gustan los nopales. Aquí en México ha hecho amigos y actualmente está estudiando para certificar la primaria.

 

Personal de Casa Alianza comentó que los adolescentes cuentan con consejeros quienes se hacen responsables de ellos, además de apoyar el diseño y seguimiento del plan de vida de cada uno de los beneficiarios.

 

En contraparte, Carlos es un menor de 16 años que está en el albergue Hermanos en el Camino, de Ixtepec Oaxaca. Él salió de Guatemala con sus dos hermanos de 15 y 10 años, uno de ellos intenta cruzar la frontera para reunirse con sus papás, que trabajan en Calexico, California.

 

“Nos vamos a regresar y ya para la otra lo intentamos, mi pierna no me funciona y me preocupa la salud de mi hermanito”, comentó con voz pausada en una entrevista telefónica.

 

Relató que dejaron su país porque tenía muchas ganas de estar con sus papás: “Allá en Guatemala tenemos a mi tía, es buena, pero teníamos ganas de cruzar la frontera. Mi otro hermano siguió el camino y esta por cruzar y pues nosotros no pudimos, pero ya ni modo”.

 

Cuestionado de cómo va a regresar, Charlie señaló que tiene para el pasaje de regreso, “ya le hablé a mi tía y se puso contenta”.

 

Carlos indicó que no quiere vivir en México, porque aquí no tiene familia.