¿Sabes qué quieres y hacia dónde vas? ¿Consideras que tienes la fuerza, la claridad y sabes lo que necesitas para lograrlo? ¿De alguna manera intuyes lo que te hace falta para llegar a sentirte dueño de tu destino y estás haciendo lo propio para estar donde de verdad quieres estar?
Todas estas preguntas pueden considerarse un camino hacia una introspección profunda sobre nuestra vida, sobre lo que hemos hecho y la forma como la hemos llevado, así como hacia dónde nos gustaría dirigirla.
En lo personal, creo que ser el dueño de tu propio destino es un objetivo muy puntual y profundo, que plantea la necesidad de que tengamos claridad y seguridad en lo que deseamos para nosotros; y para ello necesitamos sentirnos seguros de nosotros mismos para ir por aquello que realmente queremos. Al hablar sobre esto estamos considerando esa seguridad que nace de nuestro centro, de nuestra fortaleza interna, donde se conjuntan el conocimiento y el reconocimiento de nuestras propias habilidades ya desarrolladas para lograr nuestro objetivo y de aquellas que sabemos que aún no contamos con ellas, pero que son importantes de desarrollar para que nos impulsen y proyecten hacia el logro de eso que queremos ser.
Reconocer lo que nos falta es identificar también eso que nos puede obstaculizar en un futuro para llegar a donde queremos, es eso que nos afecta de nosotros mismos para lograr nuestro objetivo y poder sentirnos plenos y seguros para llegar a él. Para ello es importante y necesario ser realista, no demasiado condescendiente o exigente con nosotros mismos. Ambos extremos nos afectan negativamente en nuestro camino, es por ello que es importante tratar de no engañarnos, de poner los pies en la tierra para hacer una autoevaluación lo más objetiva posible.
Saber qué tenemos y qué nos falta nos permite percibir con mayor claridad los pasos que debemos dar para lograr nuestras metas y ser dueños, más certera y asertivamente, de nuestro propio destino. Y con esto me refiero a ir por todo aquello que desde nuestro interior nos llama, escucharlo y darle aire e impulso a esa voz, lo que no siempre es fácil, ya que puede suceder que seamos los más estrictos jueces de nosotros mismos, lo cual alimenta nuestra inseguridad y baja nuestra autoestima, dos elementos básicos para sentir que de verdad podemos lograr esas metas que nos conectan con nuestro centro, nos permiten darnos cuenta que estamos en camino correcto en la vida, y nos hacen sentir plenos y realizados.
Es aquí donde es importante poner atención y fluir desde ese lugar, para de esta forma lograr nuestras metas y llegar a decir “hoy soy dueño de mi propio destino”, desde la profundidad de mi ser.