Parece capítulo de final de temporada, de esas series que se ven en los servicios de streaming, cuando toda la trama tiene que resolverse en el último minuto y no hay certeza sobre qué tanto cambiará la historia.
Así está Petróleos Mexicanos y la urgencia que tiene de demostrar que es una empresa que verdaderamente tiene viabilidad financiera.
Es un hecho que Pemex perdió mucho tiempo, décadas enteras, para cambiar su suerte. Simplemente por años, el gobierno y los mexicanos nos sentamos al pie de la gallina de los huevos de oro y veíamos cómo la petrolera suplía la obligación del cobro de impuestos y cómo con el mito de la empresa propiedad de todos dilapidaba este pilar industrial nacional.
Este gobierno desaprovechó y, lo que es peor, ahondó la crisis de la compañía petrolera aumentando el endeudamiento de una forma totalmente irresponsable. Todo hasta la condición actual en que la empresa petrolera, que tenía mejor calificación crediticia que el país mismo, ha sufrido una severa degradación.
Es por esto que puede resultar muy injusto con la actual directiva de la compañía petrolera del estado, porque comparado con todo el tiempo que ha perdido Pemex por décadas, José Antonio González Anaya acaba de llegar.
Sin embargo, si aceptaron el puesto fue para dar resultados, y las presiones aumentan.
Los mercados están a la espera del tan anunciado plan de negocios de Petróleos Mexicanos. Hay la expectativa de que en un esquema de mayor apertura a trabajar con empresas privadas, la petrolera estatal encuentre la generación de flujos suficientes que le permitan, en una primera instancia, equilibrar sus cuentas.
Falta ver hasta dónde hay disposición gubernamental por abrirse a los privados y, por supuesto, hasta dónde las empresas particulares están dispuestas a tener de socio a Pemex en estos momentos en que hay todo, menos bonanza en la industria energética.
La ausencia de plan de negocios de Pemex llegó al seno mismo de la junta de Gobierno del Banco de México, donde alguno de los que toman decisiones de política monetaria ya puso como un lastre nacional la ausencia de claridad en los propósitos de esta empresa.
Y cuando parecía que había pasado de noche el señalamiento del Banco Central, llega la firma calificadora Fitch a marcar en color fosforescente el riesgo financiero de Petróleos Mexicanos y su camino hacia la insolvencia.
A pesar de la creciente presión en los mercados para que presente ya sus planes y que además convenza a sus participantes, Pemex tiene la gran ventaja de no ser un tema de mucha relevancia en el ámbito de la grilla de los partidos políticos.
Hay margen para hacer las cosas sin estar en el blanco de los peores exponentes del populismo nacional acechando, pero se tienen que apurar porque la sucesión presidencial se va a calentar rápidamente.
Pemex debe convencer que a pesar de tantos años de abandono, tiene oportunidad de ponerse del lado de los activos de este país en los años venideros.