El presidente ruso, Vladímir Putin, inauguró hoy frente al Kremlin la monumental estatua del Príncipe Vladímir, que cristianizó hace más de mil años la Rus de Kiev (988), el reino eslavo precursor del actual Estado ruso.
“Este monumento rinde memoria a nuestro destacado antepasado, considerado al mismo tiempo santo, dirigente político y guerrero, además de fundador espiritual del Estado ruso”, dijo Putin, un creyente confeso pese a su pasado en el KGB, bajo una intensa nevada.
Con ocasión del Día de la Unidad del Pueblo, la fiesta nacional que sustituyó al 7 de noviembre, aniversario de la Revolución Bolchevique, Putin no evitó las alusiones al “deber” de los rusos de afrontar “unidos” las “nuevas amenazas”, sin citar a Occidente.
“Vladímir puso las bases de un Estado fuerte, unido y centralizado, que estaba integrado en un plano de igualdad por una gran familia de pueblos, idiomas y religiones”, subrayó.
En otro pasaje con claros paralelismos con el siglo XXI, recordó que el príncipe, que gobernó el reino con capital en Kiev desde el año 978 hasta su muerte en 1015, pasó a la historia tanto como “un conquistador como defensor de territorio ruso”, para lo que contó con ayuda de mercenarios vikingos.
Putin destacó, en particular, “el bautismo de Rusia”, que tuvo lugar precisamente en Crimea, península que fue anexionada por Moscú en marzo de 2014 y que el jefe del Kremlin ve como “la Jerusalén rusa”.
Además, subrayó que su predecesor es “una fuente espiritual común para los habitantes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania”, no en vano recientemente volvió a recordar que, digan lo que digan en Kiev, rusos y ucranianos son el mismo pueblo.
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Esta misma semana Putin propuso una nueva ley sobre “la nación rusa”, que debe abarcar a las casi 200 etnias que componen este país, lo que algunos analistas vincularon con la recuperación de la idea del pueblo soviético.
Ésta es la primera estatua erigida en Rusia en honor a este príncipe, ya que hasta ahora el monumento más conocido de Vladímir se encuentra a orillas del río Dniéper en Kiev y es uno de los símbolos de la capital ucraniana.
La estatua moscovita, en la que San Vladímir sostiene una gran cruz ortodoxa, ha sido erigida en la plaza Borovítskaya, mirando a la Catedral de Cristo Salvador, el templo ortodoxo más importante de Rusia.
La instalación del monumento estuvo marcado por la polémica, ya que las protestas obligaron a aplazar hace un año, con ocasión del milenio desde la muerte de Vladímir, su colocación frente a la Universidad Estatal de Moscú.
Estudiantes y profesores presentaron una petición escrita contra el proyecto, al considerar que la estatua estropeaba la vista de la histórica fachada de la universidad y el mirador en la Colina de los Gorriones, uno de los lugares de asueto más populares de la capital.
Tras una encuesta popular entre los moscovitas, estos optaron por erigir el monumento en la plaza Borovítskaya, situada frente a las murallas del Kremlin, tras rechazar las opciones de la orilla del río Moscova y la plaza Lubianka, frente a la sede del antiguo KGB.
Con todo, el escultor, Salavat Scherbakov, tuvo que reducir su altura hasta los 17,75 metros por exigencias de la UNESCO, entre otros motivos porque las murallas del Kremlin tienen un máximo de 19 metros.
El Kremlin también tuvo que salir al paso de las críticas, aduciendo que el monumento a San Vladímir no tenía nada que ver con el tocayo del príncipe, el actual presidente ruso.
También asistieron hoy a la ceremonia de inauguración el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev; la viuda del premio Nobel de Literatura, Alexandr Solzhenitsin, y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, quien consagró el monumento con agua bendita.
Ante representantes del Islam, Judaísmo, Budismo y de la Iglesia Católica, Kiril aseguró que Vladímir “es el padre del pueblo ruso” y “símbolo de la unidad de todos los pueblos de la Rusia histórica”, independientemente de que algunos de sus integrantes se encuentren en otros países debido a la desintegración soviética.
Además, negó que su decisión de adoptar el Cristianismo tras renunciar al paganismo fuera estratégica, aunque no son pocos los historiadores que creen que precisamente lo hizo exclusivamente para contraer matrimonio con Anna, la hermana del emperador de Constantinopla, Basilio II.
Esa unión política, cultural y religiosa con Bizancio reforzó su poder a ojos de otros reinos rivales de la región y allanó el camino para la colonización y civilización de ese territorio inhóspito encajado entre los mares Negro y Báltico.
Por su faceta como conquistador y unificador, Vladímir el Bautista ocupa un lugar de honor en la historia de Rusia junto a otros mandatarios como el zar Iván el Terrible o el emperador Pedro el Grande.