MADRID. ¿Para qué se escribe?, ¿por qué se escribe?, ¿cómo se escribe? son las preguntas que la periodista argentina Leila Guerriero se hace desde hace años y a las que ha dedicado numerosos artículos y conferencias que ha reunido en un libro en el que defiende el buen periodismo narrativo como arte.

 

“Zona de obras”, de Círculo de Tiza, es el título de este libro cuyo hilo conductor es la escritura periodística, un campo en el que deben coexistir, considera Guerriero en una entrevista con Efe, las noticias y su inmediatez con el periodismo narrativo.

 

“Lo que me hace sentir que una crónica es buena es cuando me doy cuenta de que he leído un montón de páginas sobre algo que en principio no me interesa en absoluto”, explica la periodista.

 

Recuerda que eso le ocurrió con la especie de biografía del tenista André Agassi escrita por el premio Pulitzer J. R. Moehringer: “No hay nada que me pueda interesar menos que el tenis, pero devoré las páginas”.

 

Por eso considera en su libro que el periodismo narrativo tiene más sentido que nunca en “el reino de Twitter y el ‘on line'”, “en tiempos en los que los medios piden cada vez más rápido y cada vez más corto”.

 

No debe aceptarse que el periodismo se convierta en una cadena de montaje, que se escriba para llenar espacios, explica la argentina.

 

Guerreiro reconoce que es imposible que un diario esté por entero contenido por periodismo narrativo, que va casi en contra de las noticias, pero los dos estilos deben coexistir.

 

“Leo crónicas de Martín Caparrós, Juan Villoro o Joan Didion que son arte”, indica la periodista, que asegura que el texto nunca puede estar separado de la forma en la que se cuenta: el estilo del autor debe estar “perfectamente enhebrado con el tema”.

 

Defensora del lenguaje poético, que enseña economía de recursos, Guerriero dice que no todo el mundo tiene una prosa lírica o poética, pero que hay que encontrar la forma de conmover al lector.

 

Sobre el uso del lenguaje, sostiene que le preocupa más “la frase hecha, el pensamiento político correcto,” que la riqueza del lenguaje en sí.

 

“Hay formas de hablar poco interesantes, ramplonas, ñoñas y cursis, y hay gente que usa una forma de hablar muy sencilla y rústica pero transmite un saber”, recalca la autora, a la que le preocupa “el vacío, el puro ruido”