Ninguno de los dos candidatos a la Presidencia ha puesto las relaciones con Latinoamérica en el centro de su campaña. La promesa de Trump de construir un muro en la frontera con México y pasar la factura al país vecino ha sido su propuesta más clara hacia Latinoamérica, mientras, Clinton ha relegado a Latinoamérica a un segundo plano en su plan de política exterior, pero no ha olvidado prometer que, si llega al poder, “profundizará” los lazos con la región sin desviarse del camino marcado por el actual Presidente, Barack Obama, aunque quizá con una mano más dura en temas de derechos humanos.

 

La búsqueda del voto latino en estados clave ha arrancado algunas pistas sobre los planes de los candidatos, pero quedan dudas sobre todo en tres áreas: la apertura a Cuba, la política hacia Venezuela y el comercio con la región.

 

Trump y Clinton se oponen al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) al que pertenecen tres países de la región: México, Chile y Perú. El candidato republicano, además, ha amenazado con abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA).
En una entrevista en julio con el canal Telesur, el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, opinó que Trump sería “mejor para Latinoamérica” que Clinton, porque “generaría una reacción” en la región que produciría “un mayor apoyo a los Gobiernos progresistas”, como ocurrió durante el mandato de George W. Bush (2001-2009).

 

El otro gran interrogante es qué ocurrirá con el acercamiento a Cuba si gana Trump, quien durante las primarias republicanas fue el único aspirante presidencial favorable a esa política de deshielo. A medida que buscaba votos en Florida, no obstante, el magnate ha ido endureciendo su posición, y en un tuit de mediados de octubre prometió “dar marcha atrás a las órdenes ejecutivas de Obama hacia Cuba hasta que se restauren las libertades” en la isla.

 

En cuanto a Clinton, ha prometido continuar con la política de Obama y trabajar con el Congreso para que levante el embargo, pero es posible que no le dedique la misma atención de su predecesor y busque “su propio legado en la región”.

 

Ese legado podría estar en la esquiva paz en Colombia, un tema que Obama confiaba en que se cerrara durante su Presidencia y que ahora queda en la agenda de su sucesor, quien también tendrá que continuar los esfuerzos para estabilizar el triángulo norte de Centroamérica y reducir así la migración irregular hacia EU.

 

Reparar las relaciones con México, el país más irritado por la propuesta del muro y los insultos a los inmigrantes de Trump, será una tarea inmediata si la próxima presidenta es Clinton, aunque su mera elección causaría una celebración “con muchos mariachis” en un aliviado país vecino.