WASHINGTON. Una reforma constitucional para eliminar el polémico Colegio Electoral de Estados Unidos, a fin de que el presidente sea elegido por voto directo, fue presentada hoy en el Senado aunque sus probabilidades de éxito se consideran remotas.

 

Al menos cinco veces en la historia de Estados Unidos, un igual número de presidentes han llegado a la Casa Blanca a pesar de haber perdido el voto popular, como ocurrió en las elecciones del 8 de noviembre con la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton.

 

“El Colegio Electoral es un sistema anacrónico, antidemocrático, que no refleja a nuestra sociedad moderna y necesita un cambio inmediato”, señaló la promotora de la iniciativa de ley, la saliente senadora demócrata por California, Barbara Boxer.

 

Según el más reciente conteo, Clinton aventaja a Trump por más de 700 mil sufragios, pero el magnate ganó los comicios al obtener 290 votos del Colegio Electoral frente a 232 de la candidata demócrata, aunque aún no se resuelve la elección en el estado de Michigan, con 16 votos.

 

En el año 2000, en una de las más contenciosas elecciones en la historia moderna del país, Albert Gore ganó el voto popular pero perdió el Colegio Electoral ante George W. Bush, quien se impuso por apenas 537 votos de diferencia en el decisivo estado de Florida.

 

Por lo menos en otras tres ocasiones han ocurrido desenlaces similares: En 1824 Andrew Jackson perdió ante John Quincy Adams; en 1876 Samuel Tilden perdió ante Rutherford H y en 1888, Glover Cleveland perdió ante Benjamin Harrison.

 

Establecido por el Artículo 2 de la Constitución, el Colegio Electoral fue ideado para balancear el peso político de los estados pequeños frente a los grandes, ya que cada uno de ellos recibiría un número de votos electorales con base en el tamaño de su población.

 

En la actualidad, California tiene 55 votos electorales, Texas 34, Nueva York y Florida 29 cada uno. En contraste, Alaska, Vermont, Montana y Dakota del Norte, sólo tienen tres votos cada uno.

 

Encuestas confirman que muchos estadunidenses no conocen la operación de su propio sistema político, toda vez que durante una elección presidencial no votan en realidad por un candidato, sino por los delegados de su estado de residencia al Colegio Electoral.

 

Los miembros del Colegio Electoral se reúnen el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre para votar formalmente por el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos. Pero no lo hacen de manera colegiada, sino cada delegación se reúne por separado en su estado.

 

Los votos del Colegio Electoral son contados en una sesión conjunta del Congreso el 6 de enero. El nuevo presidente asumirá el cargo al mediodía del 20 de enero de 2017.

 

Aunque en las últimas décadas ha habido intentos por abrogar el Colegio Electoral, incluida una iniciativa aprobada en la Cámara de Representantes, nunca ha prosperado en el Senado, donde el sistema de voto indirecto es favorecido por los estados de menor tamaño.

 

Los críticos del Colegio Electoral sostienen que es imperfecto no sólo porque han llegado a la Presidencia políticos que han perdido el voto popular, sino porque el ganador de un estado se lleva todos los delegados del mismo, salvo en Maine y Nebraska donde se reparten de manera proporcional.

 

Uno de los detractores del Colegio Electoral es el actual presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. En 2012 escribió en su cuenta de Twitter: “El Colegio Electoral es un desastre para una democracia. No puedo estar más de acuerdo. Una persona, un voto”.

 

En una reciente entrevista para el programa 60 Minutes en la que le preguntaron si había cambiado su punto de vista tras su triunfo del 8 de noviembre, Trump insistió en que mantenía la misma opinión a pesar de haber ganado el Colegio Electoral y perdido el voto popular.

 

Pero este martes, el presidente electo cambió de opinión al tuitear: “El Colegio Electoral es una genialidad en cuanto a que pone en juego los estados pequeños. Las campañas son tan diferentes”.

 

Los críticos del Colegio Electoral sostienen, sin embargo, que el sistema actual hace que se ignoren los estados más grandes, como California, Nueva York, Texas, Florida e Illinois, y que la elección se dirima sólo en una docena de los llamados “estados campos de batalla”.

 

La iniciativa de reforma de la senadora Boxer debe ser primero aprobada por el Senado, lo cual se considera improbable. Pero aún en el caso de pasar la cámara alta, requiere ser ratificada por tres cuartas partes de los 50 estados del país en un lapso de siete años.