MADRID.- Renoir, uno de los pintores estrella del impresionismo, desvela a través de sus cuadros su fascinación por la figura femenina, imágenes que modela de una manera u otra, según el momento, y con la que vive un “perpetuo” enamoramiento, pues para él es el “sumun”.
Así lo expresa Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza y comisario de la exposición “Renoir. Intimidad”, que a través de 78 obras del artista francés muestra como era capaz de representar la intimidad amistosa, familiar o erótica a través de volúmenes y texturas.
“Si comparas los lienzos de Renoir en Grenouillere, el lugar donde iba la gente a divertirse, con los de Monet, se pueden contemplar diferencias notables”, a pesar de tratarse del mismo sitio.
Mientras a Monet le interesa la vegetación o los reflejos en el agua, Renoir se “empeña” en plasmar “la figura y la moda femenina”, en mostrar los polisones y los grandes lazos en la parte posterior de los vestidos, señala Solana.
El comisario asegura que lo primero que llama la atención en la pintura de Renoir es que no tiene la misma manera de mirar que el resto de los impresionistas.
Deambulando por las salas, la pintura de Renoir nos descubre su pasión por la moda y por la mujer, de la que intenta atrapar su esencia, y cuya representación va evolucionando, hasta que su expresión se torna “más conservadora”.
“Inicialmente es un pintor muy de ciudad y, en ese momento, su ideal femenino es más artificial, sus mujeres más sofisticadas, más urbanas, muy a la moda de aquel momento” donde representa a jóvenes modistas de Montmartre que eran sus modelos y amigas.
Después, a partir de los años 80, del XIX, hay un gran cambio en su concepción de la mujer tras casarse con Aline Charigot, una de sus principales modelos, y nacer su primer hijo.
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