La vena de maestro universitario que tiene el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, lo lleva a usar y a veces a abusar del lenguaje figurado. Sus analogías son, sin duda, bien pensadas, pero no es lo mismo concebir algo en la mente de un doctor en economía que en la idea de quien busca una cabeza de ocho columnas.

 

A Carstens habrá de perseguirle toda la vida aquella idea del catarrito que expresó a principios de la gran recesión mundial. Fue la manera que encontró el entonces secretario de Hacienda para explicar los efectos limitados que se esperaban para México en el contexto de los problemas financieros de Estados Unidos.

 

No hagamos un recuento de todas las figuras lingüísticas del gobernador Carstens y ubiquémonos en una de las más recientes:

 

En septiembre pasado, cuando Donald Trump era una amenaza importante pero lejana del triunfo, el gobernador del Banco de México dijo que el republicano sería un huracán categoría cinco, si ganaba la Presidencia estadunidense.

 

El huracán se formó en las tierras del centro de Estados Unidos y al final golpeó todas las encuestas con su triunfo.

 

En ese escenario, un financiero de la calidad y reconocimiento mundiales de Agustín Carstens debía moderar su discurso y degradó al huracán Trump a algo más que una tormenta tropical.

 

La realidad es que los argumentos de la moderación del discurso de Trump en los hechos es más un buen deseo que una realidad. Evidentemente que al no estar ya en campaña puede ser menos estridente, pero sus nombramientos y exabruptos, sobre todo en Twitter, no hablan de una real moderación.

 

Entonces, podemos estar de acuerdo que hoy Donald Trump ya no es ese monstruoso huracán que se dejó ver con una fuerza bestial durante la campaña.

 

Pero Donald Trump es algo peor que tienen que tomar en cuenta el Banco de México, la Secretaría de Hacienda, todo el gobierno y los ciudadanos mexicanos.

 

Trump es el cambio climático mismo. Es calentar los temas que se mantenían templados como la migración y el libre comercio. Es perder la condición actual de buena relación bilateral hasta niveles que puedan ser irreversibles.

 

Por lo tanto, el banco central, la autoridad monetaria en este caso, debe ser proactivo ante un cambio que afectará a generaciones completas y no sólo ante un meteoro que dure poco y afecte mucho.

 

Las tasas de interés y su tendencia al alza no son un refugio para un huracán, son un cambio en la manera de llevar la política monetaria en adelante.

 

Porque si las tasas de interés, en México o Estados Unidos, vuelven a bajar pronto será simplemente porque las políticas del próximo Presidente de Estados Unidos nos pueden conducir hacia una recesión que necesite del impulso monetario.

 

Así que retomando las analogías meteorológicas del doctor Carstens, tal parece que Trump es un cambio climático poco favorable y de largo alcance.