Han pasado 60 años desde que Fidel Castro dejó México. La capital mexicana fue su refugio, su cuartel para vencer el régimen de Fulgencio Batista, comió, paseó, hay lugares y fachadas desde las que se cuentan historias sobre su presencia.

 

Hoy en el Café la Habana, ubicado en la avenida Bucareli, hay más de un moño negro. Se dice que fue justo ahí desde donde se planeó la Revolución Cubana, pero para José Antonio Calvo, contador del lugar, no pasa de ser una historia, pues no hay nadie que lo constate y, entre los comensales, el ambiente es sólo café y comida.

 cuate_4FOTO: Daniel Perales

En la calle José de Amparán, colonia Tabacalera, tampoco hay voces vivas que cuenten del comandante, sólo una placa conmemorativa con el recuerdo de que fue ahí donde se conocieron Fidel Castro y Ernesto Guevara. A 11 kilómetros, después de un camino empedrado en la colonia Chimalistac, está quizá uno de los pocos testimonios de la capital mexicana que puede hablar del recuerdo del comandante.

 

No hay una placa, no hay moños negros. Es un domicilio discreto con tres timbres, como sabiendo que  quienes acuden van a la visita de alguien en específico: el último botón tiene una cinta con el nombre “A. del Conde”.

 

La noticia sobre la muerte de Fidel Castro hizo que ese timbre sonará más de una vez durante este sábado, justo antes de que Antonio del Conde, nombre completo del que vive en ese domicilio, se dispusiera a hacer sus maletas para dirigirse a la embajada de Cuba y después directo a la isla, para dar las condolencia por el fallecimiento de quien fuera su jefe y cuyo primer encuentro fue en 1955 cuando Castro buscaba armas.

 FOTO: Daniel Perales

 

Del Conde es un hombre delgado, ojos azules y completamente lúcido, sólo hay que hablarle fuerte y un poco más de cerca.

 

Unas horas antes de que se difundiera la noticia, Antonio del Conde se encontraba en Tuxpan, Veracruz, para celebrar el aniversario de la salida del yate Granma. En esa pequeña reunión pidió a los asistentes un aplauso para Fidel, quizá el último que recibió en vida.

 

“A las 11:00 de la noche un compañero me habló. Me quedé callado, no tuve palabras y no tengo palabras que decir, el comandante Fidel Castro cambió mi vida radicalmente, cambió mi vida como cambió la vida de mucha gente y de muchos países en todo el mundo, eso es innegable”, dijo.

 FOTO: Daniel Perales

 

“El cuate”, como lo apodó Castro, estuvo convaleciente durante 15 días, su estado de salud era delicado. Ahora que vive esta pérdida dice que Fidel sólo se le adelantó.

 

Recordó que fueron 50 años los que le costaron a Fidel Castro cambiar al pueblo cubano. Le dio educación, le dio cultura, le dio salud, así logró su cometido de transformar a Cuba.

 

Eso fue lo que a mí me interesó, me llamó la atención y me gustó. Eso fue lo que yo apoyé del comandante Fidel Castro, el ver por su pueblo”.

 

Hace tres años fue su último encuentro con él, pero al ver el estado de salud del comandante no quiso interferir con su tranquilidad.

 

Describe a Castro como su guía, su jefe y el líder de una revolución, “El Cuate” aceptó la política del comandante porque le pareció más justa; pero a pesar de que el entorno cambió, Fidel nunca dejó de ser el mismo, afirma, era muy humano, y está seguro que quedó satisfecho con lo que logró.

 

La plática fue corta, la prisa por preparar sus maletas y llegar a la embajada lo hizo agradecer por la entrevista. Se paró frente a la réplica del Granma para un par de tomas fotográficas y después dar una explicación sobre uno de los carteles en el cuarto donde guarda los recuerdos de Fidel, bajó las escaleras para partir hacia la despedida a su jefe, líder de la Revolución Cubana.

otm