Helen buscaba hoy a su padre en el centro forense de Tlalnepantla con la angustia de tener que reconocerlo entre cuerpos quemados y la conciencia de que, como toda su familia y el municipio de Tultepec, seguirá dedicándose a la pirotecnia a pesar de la tragedia, pues es lo único que saber hacer.

 


“Es una forma de vida que nos han inculcado desde bisabuelos y somos la cuarta o quinta generación. No sabemos hacer otra cosa, ni hacer la limpieza, más que elaborar” petardos, explicó a EFE la joven.


En el gigante estallido de ayer en el mercado de artificios pirotécnicos de San Pablito, en el central Estado de México, Helen Hernández pudo perder a gran parte de su familia, pues ahí se encontraban “suegras, tíos, hermanos, abuelas y cuñados”.

“Todos fabricamos materiales pirotécnicos; ya lo traemos de herencia”, dijo Helen, integrante de una familia dedicada por entero a la construcción de fuegos artificiales en Tultepec, localidad de unos 10.000 habitantes bautizada como “la capital nacional de la pirotecnia”.

“En Tultepec todo el pueblo se dedica a la pirotecnia, abuelos, niños, todos. No tenemos otra forma, así que vamos a seguir en eso hasta que Dios nos lo permita”, apuntó.

Mientras, la joven sigue buscando a su padre, Sergio Hernández Cortés, de 58 años y dedicado al arte de fabricar petardos desde “chiquito”.

“Están irreconocibles esos cadáveres”, explicó a Efe, casi sin palabras, tras salir del Servicio Médico Forense de Tlalnepantla, donde intenta encontrar a su padre en una morgue repleta de cuerpos.

Son 32 fallecidos hasta el momento, y algunos están tan calcinados que las autoridades ya declararon que no se podrán reconocer sin que se realicen pruebas genéticas.

 

DCA