El 2016 pasará a la Historia como el año que todos quisimos olvidar; ese año que hubiéramos querido que no existiera, que se saltara como el número 13 en los elevadores de los hoteles que creen en la superstición y en la superchería.
Los populismos renacieron como setas por medio mundo. Surgieron como consecuencia de la falta de credibilidad hacia la clase política y por supuesto por su arrogancia.
En Estados Unidos, Donald Trump supo sacar réditos de la crisis, la inseguridad y la falta de fe hacia unos políticos alejados de la ciudadanía que sólo querían preservar su estatus de inmunidad, mientras una parte de la sociedad empezaba a agonizar en su economía. Se trata de una sociedad altamente tecnificada, pero con una carestía de valores.
Lo mismo pasó en Europa. Es cierto que los políticos son distintos, pero las situaciones son similares. Se han desquebrajado los asideros morales y religiosos. Ya no hay referentes.
Eso lo ha entendido muy bien el DAESH que dejó durante este maldito 2016 atentados espectaculares y cruentos como los de Niza y Berlín.
En Francia, España, Italia, Holanda o Alemania, la política convencional puede estar viviendo sus últimos estertores como los del dictador Fidel Castro, mientras los falsos populismos ganan terreno.
La economía global atraviesa un momento muy delicado. El 2016 se recordará como el año de una banca italiana a punto de caer y arrastrar a otras economías. También la recordaremos como el estancamiento de la macro economía de la Unión Europea y de una parte importante del continente americano.
Las migraciones y, sobre todo la tragedia de los refugiados sirios en Europa, han sobrevolado este fatal año que termina, avergonzándonos a todos los europeos con nuestros gobernantes. Dos millones de refugiados siguen tocando las puertas de Europa, y nadie hace nada. De los 17000 refugiados que tenía que recibir España, no han llegado ni 600. Les estamos dejando morir de frío y de hambre mientras miramos hacia otro lado con la excusa del terrorismo yihadista. Ahora, desde el atentado de Berlín, donde se supo que el terrorista tenía orden de expulsión que no se llegó a realizar, la política hacia los refugiados será aún más restrictiva.
Este maldito 2016 también sacó las vergüenzas de la clase política española a un país mucho más grande que todo eso. Se produjeron dos elecciones generales sin éxito claro de ninguno de los partidos y estuvieron a punto de celebrarse unas terceras, si no hubiera sido porque todos cedieron. Sin embargo, los españoles evidenciaron la falta de interés de los servidores públicos por su ciudadanía en una sociedad fragmentada y cansada de promesas incumplidas.
El otro gran problema que nos deja este 2016 en España es la posibilidad, nada desdeñable de que Cataluña pueda separarse del Reino Español. Las autoridades de esa Comunidad Autónoma pretenden celebrar un referéndum de independencia a mediados del mes de Septiembre. Ese es el principal dolor de cabeza del Presidente Mariano Rajoy.
De todos los que se han ido en este 2016 el que más me dolió en lo personal, fue la muerte de Rafael Tovar y de Teresa, una de las mentes más preclaras de la intelectualidad de mi querido México. Muchas veces conversé con Rafael, tanto en México como en España y nunca dejó de sorprenderme la humildad que transmitía desde su profunda cultura. Me dolió la muerte del intelectual pero más la del amigo.
Se marcha este 2016 entre estertores que no terminan y con la esperanza de que no vuelva un año como este.