Considerado entre los fotógrafos documentales de mayor trascendencia de la actualidad, Antonio Turok (Ciudad de México, 1955) no atesora más pretensiones que revisar su vida, al tiempo que se define como un creador de historias y un hacedor de imágenes que, espera, ayuden a documentar la historia de su propia época.
Con evidente orgullo, se califica como fotógrafo, “así, nada más, como un fotógrafo” y no como el artista de la lente, creador visual ni nada que se le parezca, como lo califican la crítica especializada y los expertos en la materia.
“La fotografía es un arte, pero que sea o no, depende de la actitud de quien la hace”, reflexionó Turok la noche de este miércoles.
Entrevistado por Notimex en el marco de la mesa redonda “Fotografía y periodismo”, en la primera Noche de Museos del 2017, realizada en el Museo Archivo de la Fotografía, donde se presenta la exposición “Reflexiones. Entre la alegría y la desesperación” de ese fotógrafo mexicano, Antonio Turok habló del vínculo entre la fotografía y el periodismo.
Antes de debatir con sus invitados, los fotógrafos Javier Hinojosa y Marco Antonio Cruz, el entrevistado compartió sus experiencias en el ancho mundo de la fotografía, sus inicios y formación autodidacta, “porque en aquellos años no había escuelas profesionales, sólo los libros que leía largas horas en la librería Arvil de la Zona Rosa, y que nunca compraba”.
Así fue como Turok logró ver muchísimas fotografías, además de haber tenido la suerte de trabajar al lado de Manuel Álvarez Bravo, “una enciclopedia”, como en su momento fue Nacho López.
Eran dos filosofías opuestas: Uno, era la apreciación pura y bella de la fotografía y del arte; el otro, un volcán, y ambos, eruditos en la historia universal del arte.
Para el entrevistado, ellos dos fueron sus maestros, quienes lo hicieron reflexionar sobre lo que se requiere para ser un fotógrafo. Así, le quedó muy claro que ser fotógrafo “no es sólo saber hacer click a la cámara”, sino tener un bagaje muy profundo de la historia del arte, del mundo entero, de la gente, y de los paisajes que rodean a toda actividad humana.
Explicó que desde su perspectiva que suma ya cuatro décadas en la actividad fotográfica, capturando imágenes de alto impacto artístico y social, “cada generación aporta algo a la actividad”.
Son, dijo, mapas de cada época y en la actual, por ejemplo, la Internet y otras nuevas tecnologías facilitan la labor, pero hay que saber utilizarlas sin mermar el talento.
Entre las primeras fotos que el espectador puede apreciar en la exposición que se presenta en el mencionado recinto, del 10 de diciembre pasado al 20 de febrero entrante, están las que tomó en 1971.
“Javier, que es un año menor que yo, y Marco Antonio Cruz, dos años menor, comenzamos a tomar fotografías al mismo tiempo”, concluyó el fotógrafo.
Luego de sus declaraciones y la charla que Turok tuvo con sus dos invitados, el público asistente visitó la exposición que reúne 208 imágenes en plata y gelatina bajo el título de “Reflexiones: Entre la alegría y la desesperación”.
Son obras icónicas de ese autor, de las guerrillas en Centroamérica, del levantamiento zapatista, y de los atentados en Nueva York.
La exposición busca que los espectadores, principalmente los jóvenes, reflexionen sobre los conflictos sociales y políticos que Turok documentó a partir de la década de los 70 del siglo pasado.
Se muestran fotografías de diferentes movimientos, unos armados, otros de protesta, a fin de evitar que queden en el olvido, sobre todo entre quienes no los vivieron.
Turok intenta reflejar la dualidad que hay entre la alegría y la desesperación, en tanto que para la curadora Marietta Bernstorff, no es una retrospectiva, sino una narración sobre cómo el fotógrafo entendió y vivió situaciones sociales de alto impacto y las documentó. Además de imágenes, hay libros, cámaras, videos, textos, un cuarto oscuro y objetos personales.
OR