Hay muchos memes muy buenos sobre la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, pero uno muy destacado es aquél donde se ve al republicano, ataviado con un modelo de la época de las colonias y advirtiendo a sus connacionales que no olviden retrasar 200 años su reloj.
Estamos, por razones obvias, muy ocupados con las amenazas directas hacia nuestro país. Lo mismo el muro que las deportaciones masivas o la cancelación del acuerdo de libre comercio. Y quizá por eso no hemos acabado de dimensionar el tamaño de la involución en la que están inmersos los estadunidenses.
Lleva apenas una semana en el puesto y ya afectó los derechos reproductivos de las mujeres, ya comprometió al medio ambiente de buena parte de su país y prohibió a los ambientalistas hablar. Desató un conflicto postelectoral. Aisló a su país de la región comercial más importante del mundo y ordenó la construcción de un muro para separarse de los indeseables mexicanos, y a los que se queden de aquel lado los va a perseguir.
Algo más que la relación comercial entre México y Estados Unidos está cambiando. Me queda la impresión que de la misma manera que el mundo entero subestimó la posibilidad de que Donald Trump se convirtiera primero en candidato y después en Presidente, así no hay mucha conciencia de todo lo que puede cambiar el mandatario de Estados Unidos tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Parecería por el comportamiento de los mercados bursátiles que estamos en una etapa de bonanza como nunca antes. Y es cierto que las empresas festejan que les van a bajar las regulaciones y los impuestos y que el gobierno gastará más. Pero eso es lo que enciende la mecha de la siguiente recesión, y lo saben.
El nuevo orden mundial que rápidamente impone Donald Trump puede consolidarse si no encuentra dentro de las instituciones de su país un contrapeso efectivo que limite la ruptura emprendida desde la Casa Blanca.
Es evidente que México quiere ser marginado, pero vigilado desde Washington. No nos debe quedar la más mínima duda que Canadá no va a meter las manos por su tercer socio comercial y que gustoso margina a los latinos del Sur si en ello lleva la prevalencia de un acuerdo comercial extenso con Estados Unidos.
A pesar de haber recibido a los emisarios mexicanos que volaron a Washington con un ladrillo del muro en la cara, es muy importante que México entienda, confronte y decida sobre cuáles serán los alcances de la nueva Norteamérica.
México no es la pieza débil del acuerdo comercial, a pesar de que así parezca. México tiene las suficientes cartas negociadoras para hacer que Estados Unidos se preocupe por perder a este país.
Enrique Peña Nieto debe acudir a Washington; sabe que lo van a recibir con alguna grosería, pero tiene que plantarle cara a Trump y hacerle saber que no seremos pasivos ante sus embates.