TORONTO. Un controvertido empresario y personalidad televisiva de Canadá, Kevin O’Leary, espera repetir el éxito de Donald Trump en Estados Unidos y convertirse en el próximo primer ministro de Canadá como candidato del Partido Conservador.
Tras meses de insinuaciones y amagos, a mediados de enero, O’Leary, que saltó a la fama en Canadá tras su paso por el programa televisivo “Dragon’s Den”, anunció su candidatura al liderazgo del Partido Conservador de Canadá.
O’Leary, conocido por sus opiniones radicales, exageraciones y beligerancia, inició su carrera política declarando que “Canadá no puede permitirse otros 4 años de Justin Trudeau (el actual primer ministro de Canadá y líder del Partido Liberal)”.
“Soy un exitoso empresario canadiense con una gran experiencia internacional. He visto con mis propios ojos la grave y mala administración económica y el efecto que está teniendo en este país”, añadió O’Leary.
Las comparaciones entre el ascenso de Donald Trump y las pretensiones de Kevin O’Leary, al que le gusta llamarse a sí mismo como “Señor Maravilloso”, son numerosas.
Para empezar, O’Leary es el último de 14 candidatos registrados a liderar el Partido Conservador de Canadá y dirigir la formación política en las elecciones generales de 2019.
Como Trump, O’Leary es el único candidato sin experiencia política real.
Al igual que el actual presidente estadounidense, es un inversor y empresario convertido en personaje mediático gracias a un programa televisivo en el que castiga a emprendedores que buscaban apoyo para sus proyectos.
Y como Trump, es capaz de ajustar la realidad para hacer que se acomode a sus necesidades, como cuando recientemente declaró que no era “un capitalista”.
Aunque O’Leary todavía tiene que convertirse en el líder del Partido Conservador, descabezado desde que el anterior, Stephen Harper, perdió las elecciones generales de 2015 a manos de Trudeau, de momento las cosas no le van tan mal.
Algunas encuestas publicadas en los últimos días señalan que, en estos momentos, O’Leary es el candidato que más apoyo tiene entre los conservadores para hacerse con la dirección del partido.
Un sondeo dado a conocer el pasado jueves indica que O’Leary podría poner difícil la reelección de Trudeau en 2019.
La encuesta de Ipsos indica que los conservadores con O’Leary al frente tienen un apoyo popular del 37 % mientras que los liberales con Trudeau cuentan con el 38 %.
El nivel de apoyo que está ganando O’Leary se está transformando en dinero. El empresario acaba de revelar que en las últimas 24 horas ha conseguido reunir 183.962 dólares en donaciones, muy por encima de los 25.000 dólares que se había fijado como objetivo.
Y eso sin que el controvertido aspirante haya prácticamente hecho campaña.
La duda para los conservadores es si O’Leary puede retener el nivel de apoyo entre la población una vez que los medios, y sus contrincantes, se concentren en las acciones y declaraciones del empresario.
Por ejemplo, en 2014, O’Leary hizo unas polémicas declaraciones cuando un estudio reveló que 85 de las personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como los 3.500 millones de individuos más pobres del planeta.
“¡Es fantástico!”, declaró O’Leary.
Cuando se cuestionó su entusiasmo y se le preguntó por qué consideraba que esa abrumadora diferencia de riqueza era una buena noticia, el candidato contestó: “Por supuesto, lo aplaudo. ¿Qué hay de malo? Inspira a todos a motivarse con el 1 % y decir que quieren ser como esas personas, que van a luchar para llegar arriba”.
O’Leary tampoco se muerde la lengua a la hora de comparar a Trudeau con Trump.
“Mi imagen de Donald Trump frente a Trudeau es la de Godzilla contra Bambi. Va a ser espantoso”, declaró cuando se le preguntó sobre la capacidad de Canadá para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos, como pretende el mandatario estadounidense.
Por eso, cuando se le preguntó su opinión a Arlene Dickinson, una conocida empresaria canadiense que compartió escenario con O’Leary durante siete años en “Dragon’s Den”, sobre si le votaría, su respuesta fue rotundamente “no”.
“No quiero un líder que está sólo para sí mismo. No quiero un líder que se retirará cuando más le conviene. No quiero un líder que ve nuestro país como una hoja de cuentas”, zanjó Dickinson.