Cada año, el ritual en Hollywood dicta que después de que son dadas a conocer las nominaciones al Oscar, todos los que compiten por la máxima estatuilla del mundo del cine son invitados a un almuerzo que, por regla general, se lleva a cabo en The Beverly Hilton Hotel de Los Ángeles y que lleva por nombre Oscar luncheon.

 

 

Ahí es donde las formalidades quedan a un lado y los nominados acuden a disfrutar de un buen agasajo que les otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos (AMPAS, por sus siglas en inglés).

 

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Es la oportunidad que tienen de convivir entre todos, sin distinción de sueldo, fama o posición, y aunque por lo general van vestidos de manera casual, hay algunos que de plano rompen el protocolo y acuden al evento como se les da la gana, como el caso este año de Pharrell Williams, quien está nominado a Mejor Película (Talentos ocultos) en su faceta de productor y que acudió con pantalones de mezclilla rotos, una sudadera gris de la NASA y una gorra verde, siendo el único que se destacó por su atuendo.

 
Al evento suelen acudir la mayoría de los nominados, aunque no acuden todos porque varios tienen compromisos laborales previos (como el caso este año del mexicano Rodrigo Prieto, quien no pudo estar en esta ocasión) y algunos invitados especiales, que no necesariamente compiten por la estauilla.

 


Así, ayer se pudo apreciar a figuras como Emm Stone, Ryan Gosling Damien Chazelle, Mahershala Ali, Nicole Kidman, Dev Patel, Natalie Portman, Viggo Mortensen, Casey Affleck, Denzel Washington, Viola Davis y Jeff Bridges, entre otros que acudieron a lo que la presidenta de AMPAS, Cheryl Boone Isaacs, describió como “una tradición que ha crecido y se ha vuelto cada vez más especial a lo largo de las últimas tres décadas”.

 
Finalmente, y quizá en lo que fue un mensaje dirigido a Donald Trump, Boone Isaacs expresó que “el arte no tiene fronteras, el arte no tiene lenguaje y no le pertenece a una sola fe”.