Como cualquier niño, Silvino Cubesare Quimare veía pasar los aviones por el cielo de la Sierra Tarahumara y a los 26 años se subió al primero rumbo a Austria, y todo porque en su juventud encontró su forma de vida, ser un ultracorredor de montaña.
Cubesare Quimare fue hoy uno de los personajes en la presentación del Sky Running Series México, a donde se presentó con su atuendo atlético, una camisola amplia de mangas largas de color verde limón, un trapo de manta envuelto en la cintura que le dejó ver sus piernas delgadas y unos huaraches de correa.
Es lo único que necesita para triunfar, para ser admirado como un corredor rarámuri donde se presente, como ya lo hizo en Costa Rica, Brasil, Austria, España y Japón, para ser un ganador, tanto que es un personaje del libro “Nacidos para correr”.
Nació en un rancho, donde para ir de un pueblo a otro tenía entre caminar, trotar y correr de cuatro a cinco horas, con una pelota de bola hecha de raíz de encino o fresno, entre otros árboles, la cual patean y persiguen.
Se inició a los 18 años, cuando participó en una carrera de bola de 24 horas, donde los participantes apostaron dinero, y él fue quien triunfó. Recuerda que “me dieron dinero como para vivir una tres semanas, y entonces descubrí de dónde iba a vivir y me dediqué a las carreras de montaña”.
Ir a Austria significó la primera vez de muchas cosas en su vida, salir de su país, subirse a un avión y la obligación de ponerse tenis para poder competir, porque no lo dejaron hacerlo con sus inseparables huaraches.
“Cuando me subí al avión me dio miedo porque me dijeron que iban a ser muchas horas para cruzar el mar. También me acordé de cuando niño veía pasar los aviones por el cielo de mi rancho y me decía que algún día me subiría a uno”, compartió.
Ya en Austria le dijeron que se pusiera zapatos tenis, porque si no lo hacía, no iba a competir. “El tenis me ayuda mucho para cuando la tierra está mojada o llueve, porque con el agua el pie se resbala en el huarache, que se mueve para todos lados y uno batalla mucho”.
Adaptarse al zapato tenis no le fue tan difícil, porque antes de ello llegaron unos americanos que le regalaron un par, así que más o menos sus pies sabían cómo comportarse. Pese a ser un triunfador no cuenta con patrocinadores ni con marca alguna que lo apoye.
“Mis únicos patrocinadores son los organizadores que me pagan boleto de avión, hotel y transporte, además de una compensación por correr”, agregó.
De su primer dinero que recibió, recuerda que “me sentí muy contento, nunca había ganado así y aunque era poco, me alcanzó para no trabajar unos cuatro meses y ayudar a mis hijos en la escuela”.
Sus hijos Rita y Aristeo se entrenan para ser como él, corredores de montaña, en tanto a Eleazar le gusta jugar al futbol y Elisa de plano nada de deportes, pero es un padre feliz porque sus hijos son buenos estudiantes.
Silvino participó dos veces en el Maratón de la Ciudad de México, pero no le agradó porque el pavimento le resulta difícil, siente más duro el golpeteo de sus pies con el asfalto y por ello prefiere correr entre veredas, barrancas y riscos.
“Ahí soy feliz. Cuando era joven hasta me reía y ganaba. Ahora tengo 39 años, no sé cuánto mido, pero sí sé que peso 56 kilogramos”, compartió.
Este triunfador rarámuri es uno de los personajes del libro “Nacidos para correr”, del autor Christopher McDougall, y aunque es la estrella de esta historia, él no siente nada especial.
“Me siento normal. No recibo regalías. No me toca nada por mi historia en ese libro, ni las gracias. Quién lo hizo sólo lo vi esas veces que platicó un poco conmigo, estuvo unos días y ya no lo volví a ver. Hizo el negocio y ya”, expresó.
De la Sierra Tarahumara hay otras personas que participan en maratones y Silvino cree que es un ejemplo para su comunidad, y más cuando su primo Arnulfo ha participado en el Maratón de Boston, además de ultramaratones.
OR