El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suma ya dos reveses mayores en las tres primeras semanas de gobierno desde su toma de posesión, el pasado 20 de enero. El primero, de carácter judicial, en el plano interno, y el segundo, en la arena internacional.
En el primero de los casos, la justicia estadunidense ordenó que quedara suspendido el veto que Trump impuso, mediante una orden ejecutiva, al ingreso de personas de siete países de mayoría musulmana. Aunque el mandatario apeló, el fallo fue ratificado. El tema podría llegar, incluso, a la Suprema Corte de Justicia.
En la arena internacional, Trump debió dar marcha atrás a semanas de ataques discursivos a través de su herramienta preferida, la red social Twitter, en donde ponía en duda la política que por décadas ha normado las relaciones entre Estados Unidos y China. Tras hablar telefónicamente con su colega de China, Xi Jinping, dijo que la política de “Una sola China” seguiría vigente.
Tras su revés con China, Trump debe ahora replantear el papel que jugará en Asia con, por ejemplo, con la isla de Taiwán, y los agresivos movimientos chinos creando islas en zonas en disputa e instalado bases de lanzamiento de misiles en ellas. Lo mismo debe hacer para enfrentar los desafíos que plantean las pruebas nucleares de Corea del Norte.
A partir del primer día de su gobierno, Trump ha dedicado gran parte de su tiempo a emitir órdenes ejecutivas en los más diversos ámbitos; desde la construcción de un muro con México hasta el denominado veto musulmán, pasando por acciones de seguridad, entre otras. Hasta el momento ha dictado 22 órdenes ejecutivas en 24 días de gobierno.
Aunque significativos, estos reveses podrían no ser los únicos en el futuro cercano para Trump. Su polémica forma de gobernar ha abierto varias pistas de enfrentamiento en materia de derechos humanos, relaciones con Europa y hasta en su propio terreno con diferendos encabezados por el sector tecnológico avanzado y gran medios de comunicación.
Firmas como Microsoft, Google, Apple, Facebook y hasta su consentida, Twitter, y medios como las televisoras CNN y Univision, así como diarios como Washington Post o Huffington Post, entre muchos otros, han sido objeto de enfrentamientos con Trump, sea porque cierra las puertas del país a talento proveniente del exterior o por cuestionar la objetividad y veracidad de los periodistas.
En Europa enfrenta el rechazo de gran número de partidos políticos a la aceptación del sugerido embajador estadunidense, Donald Tusk, quien fue propuesto por Trump. La encargada de la política exterior europea, Federica Mogherini, viajó la semana pasada a Washington para analizar in situ este y otros diferendos como el apoyo a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Tratado Trastatlántico de Comercio e Inversiones.
“Queremos continuar nuestras estrechas relaciones con Estados Unidos, pero somos conscientes de que el enfoque ahora es transaccional y pragmático”, dijo Mogherini en rueda de prensa en la capital estadunidense tras enfatizar que los europeos “esperan que no interfieran en nuestra política”.
Las reuniones de la representante europea fueron con el secretario de Estado, Rex Tillerson, ex máxima cabeza de la petrolera Exxon Mobil por más de 10 años; Michael Flynn, asesor de Seguridad de la Casa Blanca, y el asesor presidencial y yerno de Trump, Jared Kushner, entre otros.
En su primer contacto con el primer ministro de Australia -en sí misma un continente-, Malcom Turbull, diversos medios de comunicación reportaron una mayúscula descortesía de Trump, quien le habría colgado el teléfono y acortado el tiempo de la llamada, prevista para una hora, a solo 25 minutos. La causa: diferencias respecto de mil 250 refugiados que Estados Unidos se había comprometido a aceptar.
En América Latina, Trump tiene temas pendientes con México, país que asegura que no pagará la construcción de ningún muro, y que ha dejado en suspenso un encuentro presidencial a raíz de diferencias también en materia comercial.
Además existen divergencias con la manera en que el presidente estadunidense definirá sus relaciones con Cuba, isla con la que el anterior gobierno de Barack Obama reinició relaciones diplomáticas después de 50 años de congelamiento. No obstante, el bloqueo comercial sigue vigente y la nueva administración no ha definido con claridad qué hará en ese frente.
Un escenario más está en Venezuela, con quien Washington tiene un añejo diferendo político tras la llegada al poder del desaparecido Hugo Chávez y la continuación de sus políticas por parte de su hijo político y sucesor, Nicolás Maduro, que ha “profundizado” la denominada Revolución boliviariana o Socialismo del Siglo XXI, como pomposamente fue llamada al principio.
También debe clarificar su futura relación con los países centroamericanos, principalmente del llamado “Triángulo Norte” (Guatemala, Honduras y El Salvador) que reciben multimillonarios apoyos económicos y son a su vez los que mayores migrantes indocumentados aportan.
Más al sur del continente, Trump tiene a un grupo de países que podrían impulsar una mayor cohesión a favor del libre comercio del que parece no ser muy partidario. Este es el caso del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) que busca impulsar la Alianza del Pacífico (Colombia, México, Perú y Chile).
De acuerdo con diversos medios de comunicación y analistas, Trump ha abierto demasiados frentes al mismo tiempo que podrían depararle sucesivos dolores de cabeza y de otras partes del cuerpo.
OR