¿Cuál es la principal similitud política entre el “loquito pata suelta” de la derecha, que ya es Presidente de Estados Unidos, y el loquito de la izquierda mexicana que quiere ser Presidente de México en 2018?, preguntan los observadores.
¡El dinero!, exclaman apresuradamente los malosos. En esa materia no hay comparación; aquél es archimillonario, y el “Made in Mexico” es pobre entre los pobres, dicen sus seguidores, aunque quienes lo conocen aseguran que también tiene muuucho billete, producto de las extorsiones cuando tomaba pozos petroleros en Tabasco. Pero ésa es otra historia, diría Salinas.
Ahí les va la respuesta: la similitud entre los dos susodichos “loquitos” es el discurso político del odio y la cizaña (en el caso del norteamericano contra los extranjeros, principalmente los migrantes, y en el del mexicano contra los “ricardos”). Gracias a esa labia han logrado cautivar a millones de personas. Ambos manejan el discurso pendenciero que obedece a una calculada y fría estrategia política. El contenido, la técnica y la propaganda utilizados se inspiran en la teoría de la defensa de supuestos enemigos externos y en la exaltación de la superioridad y el patriotismo, dicen los estudiosos. ¿O no?
El fin de semana pasado, el “loquito pata suelta” de la izquierda mexicana viajó a Estados Unidos para decirles a los mexicanos que residen en aquel país que no están solos, que tienen el apoyo del pueblo de México… y otras cositas bonitas. Aprovechó la oportunidad para informarles que tratará de convencer a los más golpeados por la recesión económica en aquel país, que, si no tienen trabajo, buenos salarios y bienestar es por culpa del mal gobierno que castiga a los de abajo y a las clases medias y beneficia únicamente a los potentados. ¡El discurso del odio y la cizaña, pues!
Sugirió explicarles, por ejemplo, que ante la crisis de 2008 se buscó primero salvar a los organismos financieros en quiebra y dejaron para después a los ciudadanos; hablarles de la mala distribución del ingreso, pues mientras ellos pagan impuestos elevados, los más ricos contribuyen muy poco… como ocurre en México. Estos y otros argumentos deben darse a conocer a los estadunidenses, sugirió. ¡Como si no lo supieran, verdad!, apuntan los observadores. Esgrimiendo razones podemos convencer a la población afectada por la crisis que, sin odios ni rencores, es posible construir mejores sociedades en ambos lados de la frontera, con el ideal de la justicia y de la fraternidad universal…, dijo Andrés.
Debemos contrarrestar con fundamentos la estrategia del loquito norteamericano y sus asesores. No con gritos o insultos ni respondiendo a las provocaciones, sino con inteligencia, sabiduría y dignidad, con el método que nos han enseñado otros luchadores sociales, con la práctica de la no violencia. Ésta es una batalla que debemos dar en el terreno de las ideas… es una lucha contra los que atizan el egoísmo, y en defensa de los olvidados para que no siga creciendo en ellos el resentimiento contra los que no son de su clase, de su nacionalidad o de su religión. Al discurso del odio hay que responderle con el principio espiritual del amor al prójimo, remató López.
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¡Mí no entender; usted venir a darnos consejos cuando en México siembras el odio y la cizaña!, exclaman los perplejos güeros. ¡Pues es que estoy en campaña por la Presidencia de la República!, podría responder Andrés. “Ahora comprender: Trump se parece a usted, y usted parecerse a Trump”, le responden aquéllos.