México perdería competitividad al imponer aranceles a las importaciones de EU bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a pesar de que el país puede cobrar una tasa promedio de 4.9%, mayor a la de 2.8% que esa nación aplicaría, asegura Jaime Serra Puche, quien fue el negociador principal del acuerdo comercial.
¿Por qué no hacer eso?, pregunta y enseguida responde: El TLCAN no sólo se trata de aranceles, sino de un ecosistema de producción compartida. “Por ejemplo, un auto que se produce en México, pero que pasa casi 14 veces la frontera para que le pongan los frenos, lo regresan para que le pongan las vestiduras…si empezamos a cobrar impuestos cada vez que el coche cruza la frontera, vamos a encarecer ese coche y a perder competitividad regional”.
Con esta postura coincide Luis de la Calle, exsubsecretario de Economía y responsable de Asuntos Comerciales de la embajada de México en Washington, quien participó en el diseño e implementación del tratado, bajo las reglas de la OMC los aranceles que esa nación aplicaría “son muy bajos”, contra impuestos “relativamente altos” que podríamos aplicar.
“Sí podríamos ponerle aranceles de 35%, en tanto que el promedio que podría poner Estados Unidos en el ámbito industrial es 1.09% y en el ámbito agropecuario de 6%.
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La clave para México, dijo en entrevista con la agencia EFE es “encontrar proveedores alternativos”, lo que ofrece “una gran oportunidad para Europa”, con la que ya negocia la modernización de su acuerdo de asociación, “de posicionarse en el mercado mexicano para vender más carne de cerdo, jamones, granos, cereales”, agrega.
También para “Oceanía, Australia y sobre todo Canadá”, que “es un gran productor” de mercancías que, en la actualidad, México consume “mayoritariamente del medio oeste de Estados Unidos”, donde paradójicamente están los votantes que le dieron el triunfo a Trump.
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