Parecía una mañana muy tranquila en la calle de Fuego de la colonia Jardines del Pedregal, cuando de pronto a las 12:11 de la tarde una docena de rosas amarillas llegó al lugar, hecho suficiente para recordar el 90 aniversario del natalicio del Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez (1927-2014).
En las afueras de la casa que habitó el escritor colombiano y que, se dice, adquirió tras ganar el Nobel de Literatura, lució vacía, nadie que llegara a cantarle las famosas mañanitas, ni cartas, ni globos en su memoria, ni mucho menos flores, solo dos jardineros podando el césped, así como un árbol de buganvilia que decora dos ventanales del inmueble.
Notimex visitó el lugar para preguntar si se esperaba la visita de alguien importante o de arreglos florales en la memoria del autor de “Cien años de soledad”, y los trabajadores de la casa dijeron no saber, pero refirieron que doña Mercedes Barcha, viuda del autor colombiano, se encontraba en el domicilio.
Mientras entraban y salían con mangueras y otros implementos para regar y recoger el pasto que estaban cortando, al interior se observaba la camioneta que usualmente transportaba a “Gabo”, como cariñosamente le decían sus amigos, una de color gris Oxford.
Minutos después, dos elementos de seguridad aparecieron, se mostraron distantes, pero a la vez meticulosos con el equipo de Notimex; uno de ellos, ataviado de civil, realizaba un par de llamadas desde su celular, todo era en calma, solo transitaban vecinos por el lugar y uno que otro auto salía de sus cocheras.
A las 12:15 horas llegó al domicilio otra camioneta de la misma marca, esta vez en color rojo cereza, y del interior descendió una joven de más de 30 años de nombre Emilia y quien dijo ser nieta de García Márquez, acompañada de su perro, un bóxer alemán, muy cachorro por cierto.
Consultada sobre si en el interior de la casa se tenía un pequeño altar con flores y velas en memoria del escritor nacido en Aracataca, Colombia, reveló desconocer si era así, «apenas vengo llegando», dijo y segundos después ingreso de manera apresurada a la casa.
A penas dos minutos después, llego una motocicleta a entragar un paquete de mensajería, mismo que fue recibido, pero la calma continuaba y el Sol comenzaba a caer a plomo.
Los elementos de seguridad en el lugar recordaron que en años anteriores, un grupo de periodistas arribaba a la casa a entonar las mañanitas el escritor, pero «desde que murió, hace tres años, ya nadie se acuerda de él».
Revelaron que en marzo de 2014 fue la última vez que salio el intelectual colombiano a agradecer la visita, y en aquella ocasión no lo hizo una, sino dos veces. “Abrieron la puerta dos veces esa vez, y desde entonces ya nada, ya nadie se acuerda”, dijo uno de los vigilantes.
Pero el «milagro» llegó con una joven en bicicleta de montaña y casco, ataviada con un pants gris hasta las rodillas y una camiseta fluorescente; en punto de las 12:11 de este día se apresentó para entregar un ramo de rosas amarillas, las favoritas del escritor colombiano.
“Soy Emily”, dijo al tocar el interfon, y segundos después se abrió la puerta de la residencia, donde preguntó si podía ingresar con su bicicleta, lo cual le fue permitido.
Antes, se le cuestionó qué parentesco tenía con la familia, a lo que respondió que solo era amiga. De igual manera confeso que cada año le llevaba rosas amarillas al multipremiado escritor, “lo hago desde que cumplió 84 años de vida y siempre lo hago”, dijo la joven.
Por la calle, nada acontecía, solo el transitar de autos de la calle de doble sentido, pajarillos cantando y, desde lo alto, Gabriel García Márquez seguramente atestiguando el que hubiera sido su cumpleaños número 90.
dca