Ahí los tiene, corriendo a tomarse la foto con los mexicanos que entraron de manera ilegal a Estados Unidos cuando el tema de atención pública es la intención de Donald Trump de deportarlos.
Cuando alguien se sale del guión del culto a su personalidad les dicen provocadores y los mandan callar, pero así son.
Y así serán cuando el tema sea el comercial. Cuando lleguen los tiempos de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) pretenderán asumirse como protagonistas.
No puede haber un peor escenario para el acuerdo comercial que dejar su futuro en manos de los populistas. Ya suficiente daño hay con esa política seguida desde la Casa Blanca como para replicarla en Los Pinos.
Por lo pronto, cuando lleguen esos tiempos de renegociación, seguro será algo parecido a abrir la caja de Pandora.
En cuanto a los tiempos, el Gobierno mexicano lo quiere lo antes posible. Comprensible si entendemos que los que hoy gobiernan sólo tienen éste y el próximo año antes de irse a sus casas.
Mientras que en Estados Unidos también es entendible que los que arriban siguen tratando de comprender la diferencia entre gobernar ese gran país y manejar sus empresas privadas.
Pero con el cerrojo abierto, empezarán a salir los viejos fantasmas de la negociación original, más los acumulados durante estos últimos 25 años, aderezados por el componente político-electoral que estaba ausente en los tiempos de la negociación original del acuerdo.
Una primera muestra de lo que viene la dio una organización que se llama Frente Nacional de Productores y Consumidores de Leche (pregunté a varias personas que consumen este alimento si están afiliadas y no encontré a una sola, pero en fin) que pide al gobierno de Peña Nieto la salida, nada menos, de todo el sector ganadero del TLCAN.
Evidentemente que aquellos sectores que han resultado exitosos en el comercio con el norte del continente serán los primeros interesados en defender el acuerdo. Pero los sectores, o incluso solo empresas, que se hayan visto afectadas comenzarán a hacer ruido para eliminar esa competencia.
Una forma de tratar de influir en el ánimo negociador será aliándose con aquéllos que ya se vieron en el poder imponiendo, desde México, las mismas políticas proteccionistas que hoy pretende el gobierno de Donald Trump.
Basta con recordar lo difícil que resultó conciliar a muchos sectores productivos mexicanos para que aceptaran el libre comercio a principios de los 90. Y si bien los resultados positivos son muy superiores a los negativos, hoy la diferencia es que esa bandera comercial tiene un apetecible uso electoral.
En Estados Unidos ocurrirá lo mismo; habrá sectores que traten de hacer que se mantenga el acuerdo trilateral, y otros no.
Lo importante es que en la difícil renegociación no vaya a sucumbir el acuerdo comercial en auténticas implosiones provocadas por la posibilidad que abre esa rendija que está a punto de meter mano al acuerdo comercial trilateral.