PARÍS.- Los principales favoritos a las presidenciales francesas, el socioliberal Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen, fueron hoy el blanco de la mayoría de los ataques en el primer debate electoral, que resultó animado y tenso por momentos.

 

 

Los cinco candidatos mejor situados en los sondeos desgranaron a lo largo de tres horas y media sus visiones opuestas acerca de temas sociales como la educación o el laicismo, económicos como la jornada laboral de 35 horas y las pensiones, y de política exterior como la relación con Rusia.

 

 

Junto a Macron y Le Pen participaron el conservador François Fillon, el socialista Benoît Hamon y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que ejerció de gran animador de la contienda con sus continuas interpelaciones al resto y su estilo incisivo.

 

 

Se cumplieron los pronósticos que apuntaban a que Macron, situado como favorito para pasar a la segunda vuelta junto a Le Pen, sería objeto de los dardos de los rivales por su inexperiencia en debates y por su base aún no consolidada de votantes.

 

 

El exministro de Economía del Gobierno socialista se mostró a veces nervioso al tratar de defenderse de los zarpazos que le propinaron sobre todo Hamon, que lo encasilló como el candidato favorito de los grupos de interés, y Le Pen, que lo catalogó de defensor del “burkini”.

 

 

El aspirante socialista lo interrogó sobre los donantes que han financiado su campaña (Macron creó su propio movimiento político el año pasado y hasta agosto fue miembro del Ejecutivo), a lo que Macron replicó que sus identidades están protegidas por ley.

 

La religión provocó los primeros momentos de tensión en el debate, que había comenzado de forma tranquila, cuando los candidatos se enzarzaron a cuenta del “burkini” y Hamon espetó a Le Pen que ésta pretende “un laicismo al gusto” dirigido únicamente contra los musulmanes.

 

 

La líder del Frente Nacional pareció por momentos ajena a los golpes, centrada en difundir su mensaje ultranacionalista y antiinmigración, sin sufrir demasiado el embate de sus contrincantes.

 

 

“No seré la vicecanciller de (Angela) Merkel“, dijo en alusión a la jefa del Gobierno alemán, a quien fustigó con frecuencia.

 

 

Sin embargo, cuando salió de la zona de confort en la que se movió casi toda la noche fue para tratar de exasperar a Macron, cosa que consiguió en repetidas ocasiones, sobre todo cuando lo acusó de “hablar y hablar sin decir nada”.

 

 

También consiguió salir indemne Fillon, atribulado por los escándalos judiciales que le implican en el caso de los supuestos empleos falsos que concedió a su esposa e hijos, al conseguir que estos no acaparasen el debate.

 

 

Eso hizo que el conservador pasase buena parte del debate al margen, si bien recobró fuerzas con el paso de los minutos y acabó atacando a Le Pen, sobre todo por su intención de sacar a Francia del euro, lo que supondría a su juicio una catástrofe económica.

 

 

Los mas rezagados en la intención de voto (en torno al 12 % según las últimas encuestas), Hamon y Mélenchon gozaron de libertad al ser apenas atacados por sus contrincantes, lo que aprovecharon para pasar ellos mismos a la ofensiva.

 

 

El izquierdista Mélenchon, que pareció más convincente con sus dardos a diestro y siniestro que al esgrimir sus propuestas políticas, remarcó su perfil de “outsider”.

 

 

Mientras, el socialista insistió en su intervención final en que el “voto útil” es el dirigido a él, en velada alusión a todos los votantes de izquierda que barajan optar por Macron porque lo consideran el mejor posicionado para derrotar a Le Pen en la segunda vuelta.

 

 

DCA