A mediados de 2010, visité Bélgica con un grupo de periodistas con el fin de conocer con mayor profundidad el funcionamiento de la Unión Europea. Mis colegas y yo resultamos sorprendidos al saber que visitábamos un país sin gobierno. Tal cual. En ese momento, en Bélgica no había un gobierno formado. Días antes, en las elecciones, el partido más votado -el Independentista Flamenco- había obtenido apenas 30%. Lejos estaba de lograr una mayoría, en una nación en la que formar gobierno en el Parlamento resulta especialmente complejo.

 

 
Discutíamos sobre cuánto tiempo podría pasar una nación sin un liderazgo político y legítimo, centrado en una figura individual, antes de una crisis política o social más profunda. Nunca imaginamos que pasarían 541 días sin gobierno. Récord hasta ahora.

 

 
¿Cómo puede un país funcionar durante casi año y medio, incluso albergando a la “capital de Europa”, en términos políticos, sin un jefe de Gobierno? La respuesta es clara y única: con base en la fortaleza de sus instituciones y el respeto a las mismas.

 

 
Hace unos días, la empresa SIMO Consulting dio a conocer un estudio sobre cuánto confiamos los mexicanos en nuestras instituciones. La respuesta, en resumen, es: poco. Pero vale la pena conocer avances y retrocesos en particular.

 

 
Hoy en día, en México, las Fuerzas Armadas son las instituciones más confiables. El 68% de los mexicanos confía en la Marina y 68%, en el Ejército, ocupando así el “uno-dos” en el ranking. Le sigue la SCJN con 51% de confianza y -ojo- el cuarto sitio lo ocupa la CNDH con apenas 50%. La mitad de la gente no confía en la dependencia encargada de ver por los derechos humanos, tema que sin duda debe invitar a la reflexión al ombudsman nacional.

 

 
El INE ocupa el sitio cinco, con números de confianza de 40%, la Presidencia tiene 30% y otro número que sorprende es el de la Policía Federal, con 29% de confianza. Hay que recordar que, hasta hace unos años, los “federales” eran respetados y gozaban de prestigio. La caída en su imagen ha sido vertiginosa. Aunque peor están las policías estatales y municipales, con altos niveles de corrupción. Ni hablar de los partidos políticos y los legisladores, cuyos números rayan, francamente, en lo ridículo.

 

 
Es cierto, la pobreza de la imagen de nuestras instituciones ha sido, en la mayoría de los casos, ganada a pulso. Éstas han sido víctimas de abusos, de excesos. Se han utilizado como trampolines políticos y la corrupción ha desarrollado metástasis en diversos organismos. Lo cierto es que urge diseñar una estrategia para fortalecer a nuestras instituciones, levantar su imagen, su prestigio. Como sociedad, toca respetarlas y dejar de mandarlas “al diablo”. Para el nivel de gobierno que tenemos, en sus diferentes niveles, más nos vale contar con instituciones sólidas que sean la estructura de nuestra nación.

 
Si el vuelo se atrasa, que te lo paguen

 

 
Se gesta en el Legislativo una iniciativa para obligar a las aerolíneas a compensar al pasajero si el retraso en un vuelo es responsabilidad de la compañía. Según datos de Aeronáutica Civil, casi 20% de las demoras son atribuibles a las líneas aéreas, por factores como operaciones, mantenimiento de las aeronaves, tripulaciones, documentación, etcétera. Lo cierto es que, en la gran mayoría de los casos, las marcas se escudan en la “saturación de los aeropuertos” para justificarse y el pasajero no obtiene, siquiera, una disculpa. Es momento de que asuman su responsabilidad y desarrollen mejoras en su engranaje para evitar afectaciones a los viajeros.

 
Más que palabras para apoyar a paisanos

 

 
La llegada de Virgilio Andrade a la Dirección General de Bansefi coincide con un momento en el que los paisanos en Estados Unidos requieren, más que nunca, de un organismo que les brinde confianza y certidumbre para enviar remesas a nuestro país, y que aquéllos que son repatriados encuentren un camino para vincularse con el sistema financiero y bancario. Andrade y gran parte de su equipo cercano trabajan a marchas forzadas para desarrollar esquemas que cumplan dichos fines. Ésta es una muestra de que en el apoyo a los mexicanos del otro lado del río se puede ir más allá de la retórica.