Se siente un extraño gusto culposo ver cómo a Donald Trump no le salen las cosas como lo tenía planeado, así sea en temas que no nos afectan como sus planes de destruir el Obamacare.

 

 

A menos de cien días de haber iniciado su presidencia, el de este fin de semana pasado fue un muy duro revés, porque no hay duda que el reemplazo del plan de salud de su país era una de sus principales cartas y promesas de campaña.

 

 
El gran vendedor se topó con la política partidista de aquellos republicanos que calcularon bien el impacto entre sus electores de limitar determinados beneficios en materia de salud que sí contempla el Obamacare.

 

 
Los profundos matices que existen en eso que identificamos como la representación republicana hacen ver que en adelante no será tan sencillo que puedan transitar con facilidad los temas más emblemáticos que llevaron a Trump a la Casa Blanca.

 

 
Pero es ahí donde hay que tener cuidado, porque nadie cree que Trump sea un tipo que se derrote fácilmente y tampoco hay que descartar que entonces busque impulsar acciones ejecutivas sobre planes legislativos.

 

 
Eso puede funcionar bien para proyectos que nos afectan más, como la construcción del muro o medidas migratorias más drásticas. Sería una forma de mantener contentas a sus tribus de seguidores que se mantienen exacerbados como si no hubiera terminado la campaña.

 

 
Y en lo que tenga que ver con los asuntos de necesaria competencia del Congreso, ahí buscará, quizá, darle paso a los proyectos que resulten más populares para los republicanos. O incluso podría establecer alianzas con algunos demócratas.

 

 
En la lista de sus planes sigue su reforma fiscal y si no encuentra los ahorros necesarios al gasto en materia de salud, podría optar por retomar ideas que parecían superadas como el impuesto a las importaciones.

 

 
Es ahí donde perderíamos la sonrisa de ver cómo por ahora no le ha ido tan bien a Donald Trump, ante la amenaza de que se radicalice mucho más en sus posturas.

 

 
Hay que tomar con mucha calma la recuperación del peso, hay que entender el contexto de volatilidad que lo llevó de 18 a 22 pesos por dólar entre noviembre y enero. Pero también hay que ver qué fue lo que regresó de 22 a 18 pesos por dólar la cotización entre enero y marzo.

 

 
La respuesta es la misma: especulación y volatilidad que sólo tiene sustento en expectativas. Porque no hay nada concreto que pueda impedir que esto se convierta en una montaña rusa que vaya de vuelta a las nubes.

 

 
Qué bueno que los planes más absurdos de Trump se atoren con la realidad de la política de Washington. Qué peligroso que las derrotas hagan del Presidente de Estados Unidos y sus asesores más radicales, animales heridos dispuestos a atacar con mucha más fuerza.