La falta de soberanía alimentaria de los Estados para establecer sistemas productivos hace que pierdan su identidad culinaria para consumir los alimentos impuestos por el mercado, dijo en una entrevista con Efe Emma Siliprandi, experta de la agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

 

Siliprandi participó esta semana en Asunción del primer congreso internacional de comercio justo y soberanía alimentaria, organizado por la Universidad Nacional de Asunción y la española Universidad de Córdoba, y que cuenta con apoyo de FAO y de ONU Mujeres.

 

La experta coordina un proyecto de apoyo a políticas de seguridad alimentaria de la FAO en América Latina y el Caribe, y define la soberanía alimentaria como el derecho de los Estados a establecer sus propias leyes y sistemas productivos y de consumo.

 

Expuso que cuando los Estados ponen todos los recursos en el modelo productivo de la agricultura para la exportación, vía subsidios, eso provoca que los consumidores tengan mayor dificultad para consumir alimentos frescos y locales, y opten por los productos que le ofrece la industria agroalimentaria, muchos de ellos ultraprocesados o con menor valor nutricional.

 

En consecuencia, se alimentan peor, tienen más problemas de salud, y están perdiendo su “identidad culinaria”, basada en los alimentos y platos típicos que forman parte tanto de la economía como de la cultura de un país, según la experta.

 

“La soberanía alimentaria no significa estar en contra del comercio internacional de alimentos, pero no puede ser que ese comercio esté por encima de todo, sofocando las políticas nacionales sobre agricultura”, declaró Siliprandi.

 

El modelo exportador también crea dificultades a los pequeños productores agrícolas, que no encuentran cómo comercializar sus productos, de acuerdo con la experta.

 

Muchos de estos campesinos, empobrecidos, se ven obligados a emigrar hacia ciudades superpobladas, o hacia otros países, lo que conlleva “mucho desgaste personal y familiar”, según Siliprandi.

 

Para luchar contra estas desigualdades, la experta propuso a los Estados un giro en sus políticas públicas, a través de financiación, asistencia técnica y tenencia de tierras para la agricultura familiar.

 

“La experiencia en otros países ha demostrado que se consigue disminuir la pobreza rural y mejorar la seguridad alimentaria cuando se apoya la agricultura familiar, y no solo la de exportación”, afirmó Siliprandi.

 

La agricultura familiar es la clave para erradicar el hambre en América Latina y el Caribe, una región en la que 34 millones de personas están subalimentadas, según explicó en 2015 en una entrevista con Efe el responsable regional de la FAO, Raúl Benítez.

 

De este sistema agrícola procede el 80 % de la producción regional, y genera el 50 % de los empleos rurales, según la FAO.