El secretario de Educación Pública acusó la semana pasada a los gobiernos del PAN de haber entregado la rectoría de la educación pública de México. Pero gracias a la reforma educativa, que él está operando e instrumentando, se recuperó la rectoría del Estado en un sistema que estaba agotado, con deficiencias, desigual, sin calidad y altamente corporativo y clientelar, abundó. ¡Ahí te hablan, Elba Esther!
Y prácticamente Aurelio Nuño explicó por qué hace cuatro años decidieron “entambar” a la profesora: fue necesario recuperar la rectoría en materia educativa, porque había vicios en un sistema con retrasos en la innovación pedagógica, deterioro de la infraestructura y organización de las escuelas, y resistencias de quienes controlaban la venta y herencia de plazas, y decidían la vida de los maestros, a quienes había que liberar para que su carrera esté sustentada en el mérito.
A ver, a ver, señor secretario. ¿De cuál Presidente de la República escuchó Elba Esther Gordillo las “palabras mágicas” de que iba a ser la tercera cacique del SNTE? Este, ejem, mmm… ¡déjenme acordarme!, podría decir Aurelio.
Pero como en el nuevo modelo educativo no se trata de memorizar fechas, ahí le va la respuesta: de Carlos Salinas de Gortari, el 23 de abril de 1989. Y desde ese entonces, hasta que arrancó el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, conservó su poder sindical. Los gobiernos que durante cuatro sexenios (dos del PRI y dos del PAN) coexistieron con Elba Esther aceptaron siempre las garantías políticas que ella les ofreció y actuaron en consecuencia para apoyar su cacicazgo.
Mediante esa alianza forzosa, los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón prefirieron tenerla como aliada y no como adversaria. Por eso, después de que inició su cacicazgo, la hicieron senadora, luego diputada federal por tercera ocasión y dueña del partido Nueva Alianza. Efectivamente, el presidente Enrique Peña Nieto ya no quiso convivir ni mucho menos aliarse con Elba Esther. Pero si como dice Aurelio Nuño, que el Estado ya recuperó la rectoría de la educación pública (que estuvo en manos de Gordillo, de 1989 a 2012), la Procuraduría General de la República debería agregar a los delitos de los que la acusa el de secuestro de la rectoría de la educación pública, apuntan los observadores políticos.
Para quienes lo hayan olvidado, el 23 de febrero de 2013, la PGR ejerció acción penal contra Gordillo Morales y su banda, por su probable responsabilidad en la comisión del delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada. Según la dependencia, con este golpe “se logró desarticular una célula criminal de diversos miembros pertenecientes al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación que desviaban y disponían de los recursos del mismo, para un fin distinto a los destinados…”.
Los biógrafos de la “ex maestra de la maldad y la perversidad” calificaron en aquel entonces de temerarias dichas aseveraciones de la PGR, porque si todo lo que se dice de ella fuera cierto, comentaban, pues habría que llamar a declarar -en el juicio que se le sigue a la señora- a varios personajes de la política que pudieron resultar sus cómplices, empezando por los secretarios de Educación Pública, que durante el “reinado” de la lideresa le autorizaron a su sindicato varios miles de millones de pesos para que se los gastara como le diera la gana. Habría que preguntarles también a los ex presidentes Salinas, Zedillo, Fox y Calderón por qué fueron tan generosos con la profesora y por qué no la denunciaron por los delitos que le imputan.
¿No crees, Aurelio?