Washington,- Lejos de la esperanza y cambio que prometió, el presidente Donald Trump llega a los 100 días de gobierno sin victorias significativas, grandes retos y rompiendo marcas históricas negativas que le impiden ejecutar su agenda.

 

 

Es el mandatario menos popular; más de 60% lo considera mentiroso. Enfrenta el rechazo de cortes judiciales a dos iniciativas para prohibir la entrada de viajeros de naciones musulmanas y en el Congreso, a su intento de revocar Obamacare, que arruinó su proyecto de reforma fiscal inicial, con devolución de impuestos, generando desconfianza de mercados y empresarios.

 

 

Yo no pierdo, no me gusta perder…”, dice Trump, resistiéndose a aceptar fuertes reveses.

 

 

Pero continúa recibiéndolos. 

 

 

Este miércoles, Steve Bannon, principal asesor presidencial, fue removido del Consejo Nacional de Seguridad, a cuyas reuniones raramente asistía, según fuentes, que no dieron importancia a la destitución argumentando que la controversial incorporación de Bannon al Consejo Nacional de Seguridad tenía como objetivo supervisar al general Michael Flynn, destituido como asesor nacional de Seguridad.

 

 

Y su nominado para la Suprema Corte de Justicia, Neil Gorsuch, libra una intensa lucha por su confirmación en el Senado, luego que se descubrió que copió lenguaje y estructura de varios autores sin mencionarlo; 41 senadores demócratas se oponen a la confirmación.

 

 

Ante su fracaso en la búsqueda de una coalición que le permita gobernar y terminar con filtraciones, confrontación interna y caos a consecuencia de continuas controversias y fuertes reveses, Trump se encuentra casa vez más aislado políticamente.

 

 

Igual que hace ocho días, Trump pasó el fin de semana en la Casa Blanca, tuiteando en la mañana, en reuniones al mediodía, analizando posibles ajustes a su gabinete, y por la tarde, en su Club de Golf en Virginia, rodeado de asesores, con quienes evaluó la forma de contener críticas que vienen de todo el espectro ideológico.

 

 

A lo que se sumó la incertidumbre en la confirmación de Neil Gorsuch, nominado para reemplazar al desaparecido magistrado Antonin Scalia, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que con la oposición de 41 senadores demócratas podría enfrentar el recurso “filibustero” que requiere el apoyo de 60 de 100 legisladores.

 

 

Al mismo tiempo, la Casa Blanca hace hasta lo imposible por desviar la atención de la cada vez más fuerte investigación sobre la relación del equipo de campaña de Trump con el gobierno ruso, de la que surgen sorprendentes revelaciones que dejan al descubierto desde el plan estratégico de Paul Manafort, ex jefe de campaña de Trump, para mejorar la del Presidente ruso, Vladimir Putin, hasta pagos de agencias rusas como Russian TV al general Michael Flynn, forzado a renunciar como asesor nacional de Seguridad de la Casa Blanca.

 

 

El presidente Trump, quien reiteradamente ha negado relación alguna con su homólogo ruso, califica la investigación del Congreso y del FBI sobre Rusia como “cacería de brujas” y ha sugerido que Flynn debía obtener inmunidad y hasta pedir un perdón presidencial que él estaría dispuesto a conceder. Flynn, quien se entrevistó con Putin y habló con funcionarios rusos acerca del levantamiento de sanciones, hizo contratos con muchos otros países a través de su empresa Flynn Intel Group, con los que cobraba cerca de un millón de dólares.

 

 

El nepotismo que llevó a Jared Kushner, yerno de Trump –también involucrado en contactos con el gobierno ruso-, a asumir la responsabilidad de elaborar un acuerdo de paz para Medio Oriente, supervisor de la relación comercial México, China y Canadá, quien ahora encabeza la Oficina de la Casa Blanca para la Innovación Americana, aumentó la confrontación y descontento entre al menos tres grupos antagónicos de asesores presidenciales, por lo que Ivanka Trump, hija del Presidente y esposa de Kushner, decidió mudarse también a la Oficina Oval.

 

 

Funcionarios de la Casa Blanca describen a Kushner -quien tiene la libertad de entrar y salir a todas las reuniones que se realizan en la Casa Blanca- como el clásico “promotor de sí mismo”, con la habilidad de atribuirse créditos y destreza para evitar culpa o responsabilidad.