WASHINGTON.Más tardó el presidente Donald Trump en anunciar el ataque con 59 misiles Tomahawk contra Siria en represalia por la masacre de 86 personas con gas sarín en la ciudad de Jan Sheijun, que Bashar al-Assad en volver a bombardear.
Mientras en respuesta al alarde de Kim Jong Un, líder de Corea del Norte, acerca de mejor tecnología, misiles de mayor alcance y armas nucleares, ordenó desplazar el portaaviones USS Carl Vinsen y su grupo de combate, de Singapur a la península coreana, como advertencia de otro posible ataque sorpresivo similar.
Corea del Norte, que prepara su sexta prueba nuclear y un gran desfile militar el 15 de abril, respondió que no le preocupa la posibilidad de bombardeos similares a los de Siria, porque tiene una “gran fuerza nuclear” capaz de defenderse. Trump habló durante 30 minutos con el Presidente surcoreano en funciones, Hwang Kyo-ahn, sobre la amenaza de Corea del Norte.
De acuerdo al Pentágono, el ataque estadounidense a la base siria Al Shayrat, -calificado por Rusia como “agresión a un estado independiente”- destruyó bombas de abastecimiento de combustible, hangares y algunos aviones, pero no las pistas, usadas más tarde por otros aviones para bombardear de nuevo la misma ciudad.
La Casa Blanca informó inicialmente que el ataque fue “un mensaje sobre las consecuencias del uso de armas químicas contra la población” que no busca derrocar a Bashar al-Assad, a quien Trump ha calificado como “dictador brutal”.
Respuesta militar -que durante la gestión de Barack Obama calificó como “error estúpido para castigar a Bashar al-Assad por el uso de armas químicas contra su pueblo” y que constituye un acto de intervencionismo, que criticó en su campana.
Agencias de inteligencia investigan si el bombardeo con armas químicas, usando aviones de fabricación rusa, también fueron operados por pilotos rusos.
Trump mantuvo en secreto lo que criticó de su antecesor Obama: un ataque sorpresivo, sin autorización para el uso de fuerza militar que debe aprobar el Congreso, que cuestionó la legalidad y conveniencia de la operación militar, sin una amplia estrategia. El órgano legislativo advirtió “que un ataque aislado es insuficiente para lograr alto al fuego, negociación política o para disuadir a Al- Assad”.
El ataque a Siria, que Trump siguió en videoconferencia en el Salón de Tea de Mar-a-lago, de su propiedad, acondicionado como “Situation Room”, con otros asesores en un hotel de Florida y con el vicepresidente, Mike Pence, en el verdadero Situation Room de la Casa Blanca, se dio al cabo de sólo tres días de análisis y debate.
Estrategas militares y ONG consideran que ése fue realmente poco tiempo, insuficiente para considerar consecuencias, como una eventual escalada de la violencia si Al-Assad hubiera respondido de manera similar.
El presidente Vladimir Putin, cuyo gobierno supervisó la entrega total de armas químicas de Siria, ofreció respaldo político y apoyo militar a Al-Assad. Oficiales rusos fueron notificados del bombardeo, como parte de un acuerdo anticonflicto Rusia-EU, en Siria, pero la Casa Blanca evitó informar directamente al presidente Putin, debido a su apoyo incondicional al Presidente sirio.
Rex Tillerson, secretario de Estado de EU, quien tiene programada una entrevista el 12 de abril en Moscú con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, dijo que “la meta principal ahora es derrotar al Estado Islámico, no el derrocamiento de Al-Assad y que buscarán después la estabilidad en Siria.
“Cuando tienes un dictador brutal y la credibilidad de Estados Unidos está en juego, no tienes otra alternativa”, dijo el senador Bob Corker, presidente del Cite de Relaciones Exteriores del Senado.
Las decisiones del presidente Donald Trump se dan, mientras hace grandes esfuerzos por mantener la unidad en su equipo cercano de colaboradores, donde ante la creciente confrontación de Jared Kushner, su yerno, con Steve Bannon, jefe de Estrategias de la Casa Blanca, les ordenó una reunión para limar asperezas, bajo la advertencia de que de no hacerlo, tendrá que efectuar cambios en la conformación de su gabinete.