Con cerca de mil 100 especies surcando los aires, México es un recinto que da la bienvenida a un promedio de 350 especies de aves migratorias que año con año encuentran en el país su segundo hogar.
Sin fronteras o muros que las detengan, estas 350 especies viajen de diferentes partes de Estados Unidos y Canadá para concentrarse en territorio mexicano gracias a la riqueza y diversidad que les ofrece para descansar del invierno y reproducirse.
Sin embargo, el especialista en conservación de Aves de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Vicente Rodríguez Contreras, lamentó que hoy en día poca gente mira al cielo y a su entorno para redescubrir la riqueza que tiene el país al albergar a tantas aves.
“En México no le ponemos mucha atención a veces –a las aves– porque la mayoría son especies terrestres, aves pequeñas como los chipes”, pero también tenemos aves grandes que podemos identificar claramente como los pelícanos blancos que vienen en invierno, refirió.
Solo es cuestión de poner un poco de atención para descubrir que México guarda un fuerte vínculo con sus aves desde tiempos prehispánicos y hasta nuestros días, plasmados en costumbres y canciones de los diferentes pueblos del país.
No por nada en el acervo cultural de México existe una tradición arraigada con aves como las mismas golondrinas, que año con año regresan al país para reproducirse y compartir su bella presencia con los mexicanos, para luego partir.
También están los pelícanos blancos que, aunque en algunos lagos no son muy evidentes, hay cuerpos de agua en donde son esperados con cariño como en Pátzcuaro, “donde suelen estar muy presentes y los pescadores les guardan cariño”.
Migrantes locales e internacionales
De acuerdo con el portal Naturalista, en México hay cuatro tipos generales de especies migratorias: residentes de invierno, residentes de verano, transeúntes o de paso, y migratorias con poblaciones residentes.
Las primeras son especies que se reproducen al norte del continente y pasan el invierno en México, algunas llegan a Centroamérica, son unas 202, como el chipe mejilla dorada de Texas, Estados Unidos, y pasa el invierno en las montañas de Chiapas, Guatemala y El Salvador.
Las residentes de verano son cerca de 30 especies que se reproducen en México y pasan el invierno más al sur; entre ellas el colibrí Lucifer, que se considera en esta categoría aunque al migrar no sale de México pues se reproduce en la Sierra Madre Oriental y Occidental y pasa el invierno más al sur, en la Cuenca del Balsas.
A su vez, las transeúntes o de paso son unas 35 especies que se reproducen al norte del territorio mexicano e invernan en Centro y Sudamérica, como el palyero pectoral (Calidris melantos) que se reproduce en Alaska y Norte de Canadá y pasa el invierno en Sudamérica.
Las migratorias con poblaciones residentes son alrededor de 140 especies como el zambullido orejudo, que se reproduce en Canadá y Estados Unidos e inverna en México, aunque hay poblaciones que están todo el año en Durango y Zacatecas.
México, un paraíso de aves desconocido por sus habitantes
Y si de aves migratorias se trata, México es importante porque se trata de un lugar de tránsito que, de manera literal, “es un embudo por donde pasan todas las especies migratorias que durante su trayecto dependen de nuestros recursos para continuar viajando”.
“Todo nuestro país es una gran vía de migración para todas las aves. Incluso hay lugares en el mundo donde se dá este fenómeno de migración, pero México es uno de los más evidentes”, explicó Rodríguez Contreras.
De hecho, el investigador sostuvo que México es un de los países que más afluencia de aves llega a tener, y un ejemplo es Veracruz, donde se presenta el fenómeno denominado “El Río de Rapaces”.
Es el paso de una gran cantidad de aves rapaces que ha sumado en ocasiones hasta cuatro millones de individuos durante un solo día, lo que ha llevado a situar a esta zona con el Récord Guiness de aves volando en un lugar.
Sin embargo, los mexicanos no somos muy conscientes de que tenemos esta riqueza de aves, lamentó el especialista en conservación de Aves de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
“Podemos desarrollar una capacidad de observarlos y nos puede servir mucho para conectarnos con nuestro medio ambiente, es un hobbie que ayuda a bajar el estrés a la gente y es gratis”, subrayó.
La urgencia de una consciencia ambiental
Rodríguez Contreras alertó que está desapareciendo este espacio adecuado que representa México para los sitios de invernación, de manera que muchas aves han tenido que ir a otros lados menos óptimos donde no van a contar con los mismos recursos.
Esto se traduce en un riesgo que afecta a las poblaciones de aves que, al no contar con la alimentación necesaria, al finalizar invierno no tienen la fuerza de regresar a su lugar de origen y mueren, considerando que se trata de un viaje extenuante.
Como consecuencia de ello, en México existe varias especies en peligro de extinción y entre las más afectadas resultan ser las especies endémicas del país, como el chipe de mejillas amarillas.
Dicha ave solo se reproduce en determinados espacios de Texas y migra a una parte del sur de México en bosques de San Cristóbal de las Casas y su población ha comenzado a mermar considerablemente, por lo que se han tenido que aplicar diversos programas para ayudar a su supervivencia.
“Si a ello agregamos la intención de colocar un muro en la frontera norte de México que literalmente divida el continente en dos partes, existen condiciones que a largo plazo podrían afectar a algunas especies”, advirtió.
Aunque de primera instancia, las aves migratorias no tendrían mayor problema, ya que gran parte de ellas vuelan a muy grandes alturas para migrar, como los gansos y los patos.
“La fauna y la flora no conocen de fronteras, por ello los ecosistemas están ligados ecológicamente e interactúan de forma integral, de manera que sus habitantes constantemente interactúan en los ciclos de reproducción, de floración y cuestiones locales y siempre tendrán que hacer movimientos en estos ecosistemas”, concluyó.