Lo que acontece con varios ex gobernadores –los escándalos de corrupción por los que están pasando; sus problemas con la justicia, fugas, detenciones, peticiones de extradición- no deja de causar sorpresa entre algunos de los priistas.
Sobre todo, entre los de la vieja guardia (los del llamado “nuevo PRI”, mejor esconden la cabeza).
Se preguntan: ¿qué les pasó?
Su desconcierto es real. De algunos, incluso, ellos mismos apoyaron o promovieron sus carreras políticas. No esperaban que la rama se torciera (no tanto, al menos).
Lo dicen no necesariamente porque todos ellos sean unos ángeles, sino, esencialmente, porque no le encuentran lógica política a la actuación de esos ex mandatarios.
¿A qué se refieren? A que varios de ellos tenían oportunidad de subir aún más en sus carreras y de poder contender, inclusive, por la candidatura presidencial del tricolor.
El caso de César Duarte Jáquez es uno de los que más les llama la atención. Desde que era legislador y apuntaba para la gubernatura de Chihuahua (con los auspicios de Emilio Gamboa), lo veían con grandes posibilidades de proyección: rostro jovial, franco, ganadero, con dinero.
Por ahí de su cuarto-quinto año, entre sus compañeros de partido se mencionaba todavía que podría ir al gabinete (Agricultura) o que se haría cargo del PRI. Aunque ya para entonces comenzaban a hacer mella acusaciones de manejos económicos torvos.
“Se perdió en el camino…”, se duelen entre quienes aún estiman al de Chihuahua.
Otro caso “inexplicable” para los del “viejo PRI” es el de Rodrigo Medina de la Cruz.
Según refieren las historias palaciegas, el presidente Enrique Peña Nieto le había dejado entrever la posibilidad de traerlo (también) al gabinete cuando terminase su gestión (se hablaba de la Secretaría de Economía) y luego perfilarlo hacia la sucesión.
“Sólo tenía que gobernar bien…, pero se perdió en las alturas”, describen quienes conocen al regiomontano.
Los casos de Javier Duarte de Ochoa (Veracruz) y de Roberto Borge Angulo (Quintana Roo) son harina de otro costal. De ellos, ni los neopriistas se duelen. Ya no hay quien los defienda o se compadezca de ellos, aun cuando figuraron entre los consentidos de Los Pinos.
Al contrario, hoy, la mayoría calla o esconde su cercanía hacia estos personajes. Son “los apestados” del PRI. Y no es para menos.
De ellos, nadie se pregunta qué les pasó. Sabían quiénes eran.
MANCERA, FALSO ASPIRANTE.- Una de las presencias que más llamó la atención en la firma del acuerdo de unidad convocado por Morena fue la del perredista Pablo Gómez.
Entre las razones que esgrime de su apoyo a Andrés Manuel López Obrador, apunta el hecho de que los partidos están ya preparando la designación de su candidato presidencial y el único que no sabe qué hacer es el PRD.
De la candidatura de Miguel Ángel Mancera, dice, no es cosa muy seria: “Todo depende del apoyo ciudadano que reciba, el cual no se va a producir de ninguna forma porque él es un falso aspirante de la ‘sociedad civil’. Su postulación depende exclusivamente del PRD y de la capacidad económica y clientelar de su gobierno”.
GEMAS. Obsequio de Pablo Gómez: “El PRD no sabe qué hacer más allá de sus propias grillas, las cuales son cada vez menos trascendentes”.