No crea uno solo de los pronósticos que se hacen sobre el comportamiento del tipo de cambio.
Desde el momento mismo en que un tuit es capaz de devaluar a la moneda nacional frente al billete verde deja de ser ciencia y matemáticas para pasar de lleno al terreno de la especulación.
Muchos de los analistas que hace apenas un par de meses juraban que al cierre del año la paridad peso-dólar superaría los 22 por uno, hoy dicen que es posible que quede en niveles más cercanos a los 19 por cada billete verde.
¿Le habría usted creído a alguien que en enero pasado, cuando había que pagar más de 22 pesos por dólar, le hubiera dicho que para la Semana Santa podría conseguir dólares por debajo de los 19? Seguro que no.
La mayor parte de los cambios en la paridad responden a la especulación que genera la incertidumbre sobre el alcance de las políticas de la administración de Donald Trump. Por supuesto, las comerciales y las migratorias, pero también las decisiones bélicas que pueda tomar.
Hechos tangibles que hayan ayudado a la paridad, hay pocos. Ciertamente existe una ligera mejoría en las finanzas públicas, lo que ha implicado una baja en el riesgo país y en la amenaza de degradación crediticia.
Hay expectativa de una mayor expansión económica a lo pronosticado y la permanencia de Agustín Carstens el resto del año ha aumentado la credibilidad sobre las posibilidades que tiene el Banco de México de regresar la inflación a los niveles establecidos como objetivo.
Pero la mayor parte de los movimientos cambiarios desde la campaña electoral estadounidense hasta su resultado y el ascenso de Donald Trump tienen que ver con expectativas.
La gráfica del comportamiento del peso frente al dólar desde el 8 de noviembre pasado puede perfectamente bien cruzarse con el andar de Trump. Desde su triunfo, sus planes estridentes y rupturistas, su toma de posesión hasta su moderación en el discurso antimexicano.
Por lo tanto, depende de las políticas y hasta las ocurrencias del Presidente de Estados Unidos para que se afecte el desempeño cambiario del peso.
Por ejemplo, queda claro que a Donald Trump no le gusta tanto que el billete verde sea tan fuerte. Rompió la regla no escrita de que los Presidentes de Estados Unidos no se meten con la moneda y provocó una leve devaluación que seguramente durará poco si sólo queda en palabras.
Pero si Trump insiste en tirar línea a la Reserva Federal para que no suba tanto las tasas de interés o, de plano, se mete en la política monetaria con la designación de algún banquero central a modo, entonces podría causar más efectos en el mercado cambiario.
Son tantos los factores que influyen en la paridad de nuestra moneda que no es posible saber si podrá bajar a un nivel inferior al actual o nuevamente enfrentará presiones. Quizá lo mejor será tomar como un comportamiento normal, que no deseable, tal volatilidad.