El próximo fin de semana no será uno bueno para el Presidente de Estados Unidos, porque no sólo cumplirá sus primeros cien días en la Casa Blanca sin un buen resultado, sino que además el sábado podría amanecer con una parálisis presupuestal del Gobierno federal.

 

 

Pero evidentemente, Donald Trump no la quiere sufrir solito y otra vez echó mano de su enemigo favorito para arroparse de aquí al fin de semana.

 

 
Claro que Trump había prometido no tocar personalmente el tema del financiamiento del muro fronterizo que está empeñado en construir. Esto ocurrió cuando se dio aquel desencuentro a punta de tuitazos entre ese personaje y el Presidente de México, Enrique Peña Nieto.

 

 
Pero ya olvidó su promesa y ahora ha retomado el tema para tratar de calmar a su inquieta clientela que cada vez se cuestiona más si fue buena idea llevarlo al poder.

 

 
La derrota definitiva en este lapso para el mandatario estadounidense fue su incapacidad política para impulsar el cambio en materia de salud.

 

 
Ese exceso de soberbia que lo llevó a prometer la repulsión y sustitución del Obamacare se topó de frente con sus propios compañeros republicanos que fueron muy sensibles, no por los millones de personas que se quedarían sin servicios médicos, sino por el destino de esos votos de gente enojada.

 

 
Esto acabó con sus planes fiscales y hasta en el terreno comercial no ha podido avanzar lo que quisiera, porque no está el equipo experto en la materia completo y aprobado por su Congreso.

 

 
Las madres de todas las bombas y los zapes declarativos en contra de Corea del Norte no han provocado más que tensión y preocupación entre los estadounidenses.

 

 
Total que ante este panorama y con la discusión del paquete presupuestal atorada, la salida más fácil es regresar al golpeteo de su vecino del Sur.

 

 
La realidad es que en el tema del muro es muy difícil que pase de las amenazas a la acción. No puede obligar a México a pagar por sus faraónicas calenturas. Si impone cualquier clase de impuesto, recibirá de inmediato un cobro espejo a sus intereses.

 

 
Si se mete con las remesas, volverá a quedar en ridículo ante el Poder Judicial de su país y no parece haber una mayoría para aprobar un impuesto a las importaciones.

 
Y en materia comercial, que aunque eso será en los meses por venir, tampoco lo tendrá tan fácil. Porque los más grandes opositores a fracturar la relación comercial con México son los propios empresarios estadounidenses.

 
No por ello dejará de ser una semana tensa con un Presidente de las características de Trump que se sienta acorralado y, por lo tanto, se muestre peligroso.

 
Después de enfrentar la realidad de no poder con todo lo que prometió, tiene la opción de radicalizarse aún más o, bien, mostrarse más sensato en el resto del tiempo que le quede como Presidente de Estados Unidos.