El terrorismo del DAESH se va sofisticando cada día más. A la espectacularidad de los atentados de París de 2015 –que dejó a la policía descontrolada mientras asesinaban a inocentes en la sala Bataclan y en diferentes cafés de la capital francesa-, se sumó la optimización de éstos.
Se dieron cuenta que con tan sólo un camión o un carro podían acabar con la vida de inocentes y, al mismo tiempo, atemorizar a la población.
Eso es lo que pasó en Niza, Berlín, Estocolmo y también en Londres, con tres camiones y un carro sin control, pero manejados por terroristas que atropellaron a centenares de personas.
Si hay algo claro del terrorismo del mal llamado Estado Islámico es que golpea donde más duele. El atentado de Manchester en el concierto de la joven artista Ariana Grande es el mejor ejemplo.
La Manchester Arena estaba a rebosar. Las 20 mil localidades se habían vendido. La joven cantante pop es una de las más deseadas entre los niños y los adolescentes europeos. Los terroristas saben que no hay angustia mayor que la incertidumbre de los padres por saber cómo se encuentran sus hijos; saben que los padres pueden matar o morir por la descendencia. Los terroristas supieron administrar ese veneno emponzoñado cuando terminaba la presentación.
El terrorista bomba procedía de una familia de Libia, aunque él había nacido en Europa. Y ahí estaba el problema. El que se inmoló conocía todos nuestros secretos. Lo sabía él y los que le ayudaron –porque necesitaba de todo un aparato para meter a un hombre bomba en la Manchester Arena-. Conocían que un asesinato en masa, por un terrorista que se quita la vida con una bomba, porque no tiene ningún apego, crearía un pánico generalizado en la conciencia de los europeos.
Desde luego han creado su objetivo. Decenas de familias están deshechas por la pérdida de sus hijos, que sólo querían ir al concierto de su artista preferida.
Tampoco es casualidad que escogieran ese lugar, ese día, pero sobre todo ese evento. Para el fundamentalismo, los conciertos de música en Occidente representan un pecado contra los que hay que luchar para no contaminar a los más fanáticos que profesan el islamismo, que no el islam.
Han conseguido que veamos un camión en las calles y lo miremos de reojo y con precaución; también que una mochila o una maleta en el suelo sea forzosamente una bomba, aunque lo más probable es que no haya ningún artefacto explosivo en su interior. En otras palabras, ha calado lo que buscaban; la psicosis colectiva, la histeria global.
Ahora a cada concierto, partido de futbol o cualquier otro evento se irá con miedo. Eso es lo que buscaban y han tenido éxito.
Comienza el verano, y los conciertos y espectáculos por toda Europa. Los grandes de la música para los jóvenes como Justin Bieber o Maluma van a recorrer Europa. Ellos lo recorrerán, los terroristas volverán a intentarlo y la población seguirá igual de amedrentada por unos terroristas que no se detienen ante nada.
aarl