Una gigantesca bandera rojiblanca sirvió para contextualizar a la afición y elevar el ambiente previo al inicio del juego; al desaparecer la colosal demostración de cariño, sonó el pitazo de arranque y los cánticos desenfrenados se transformaron en nerviosismo.
Ambas escuadras comenzaron inquietas, faltas de coordinación, pero los locales se asentaron más rápido, sabían lo que se jugaban y esto se reflejó en el marcador.
Corría el minuto 16 cuando un largo centro de Oswaldo Alanís encontró a Alan Pulido en el área felina. El delantero le ganó la posición a Juninho y con un certero remate de pierna diestra volvió a hacer válida la ley del ex para marcar el 3-2 global. Chivas, desde temprano, se sentía campeón en casa.
Con el Rebaño insistente al frente y unos Tigres parecidos a su peor versión en el encuentro de ida, el choque se fue al descanso.
La reanudación pareció despertar a los de la Sultana, pero la necesidad de los visitantes dejó espacios en la defensa y los rojiblancos la aprovecharon: el Gallito Vázquez, con un disparo de media distancia, marcó el 2-0 que parecía lapidario.
Ismael Sosa se negó a claudicar y a dos minutos del final marcó el gol de la esperanza para Tigres, pero quedó en eso únicamente, pues el tiempo se agotó y los tapatíos, contra los pronósticos, contra el mejor goleador de la Liga y uno de los mejores estrategas que han trabajado en la Liga MX, consiguieron la doceava estrella.
aarl