La última semana ha sido de gran intensidad para el mundo de Star Wars, y no precisamente por buenas noticias. Primero, por fin se dieron a conocer los resultados de los análisis médicos que se le efectuaron al cuerpo de Carrie Fisher, la amada Princesa Leia, mismos que arrojaron como triste resultado que la actriz y escritora tenía cocaína y otras drogas en su cuerpo al momento de morir.
Fisher, quien falleció el 27 de diciembre pasado después de experimentar una emergencia médica cuando viajaba de Londres a Los Ángeles, finalmente murió de la misma manera que vivió casi toda su vida: combatiendo a sus demonios internos y sin jamás haberse podido recuperar del todo en cuanto al uso y abuso de drogas y sustancias prohibidas. Fue un precio muy alto el que al final tuvo que pagar por ser hija de dos celebridades como Eddie Fisher y Debbie Reynolds, cada uno igualmente asediado en su momento por diferentes fantasmas emocionales.
El segundo golpe para Lucasfilm y todos los involucrados en el mundo de Star Wars fue la pésima recepción que ha tenido en taquilla la película The Book of Henry, dirigida por Colin Trevorrow, quien se hará cargo del Episodio IX de la saga. Trevorrow obtuvo el trabajo de ser el responsable de cerrar la nueva trilogía galáctica gracias a que deslumbró a propios y extraños con lo que mostró en Mundo Jurásico, que rompió varios récords de taquilla y volvió a poner de moda a los dinosaurios que Spielberg había revivido dos décadas antes.
Ahora, se especula que Trevorrow podría ser removido de Episodio IX por los malos resultados de su filme, más personal e independiente y que a pesar de tener a Naomi Watts y Sarah Silverman en el elenco, simplemente no ha gustado. La potencial salida del cineasta del proyecto de Star Wars está ligada con la que fue la noticia bomba de la semana: la salida de Phil Lord y Chris Miller de la siguiente cinta de la serie A Star Wars Story, que estará dedicada a la juventud de Han Solo y que aún no tiene un título definitivo.
Citando las mentadas “diferencias creativas”, ahora se sabe que Miller y Lord no “salieron” del proyecto, sino que fueron despedidos por Kathleen Kennedy, la poderosa productora y mandamás de Lucasfilm, por choques internos tanto con ella como con el legendario guionista Lawrence Kasdan, quien también está a cargo de la historia sobre los orígenes de Han Solo. El problema es que a la película le faltaban tres semanas para concluir su rodaje, mismo que comenzó desde enero en Londres y que incluso llevó a las familias de Miller y Lord a reubicarse en la capital británica.
En el Hollywood actual, en el que los grandes estudios le apuestan todo a sus franquicias (léase el universo de DC para Warner Bros., el de Marvel para Disney o ahora el de los monstruos clásicos para Universal), las cuales siguen básicamente una misma estructura: tener un elenco atractivo, contar con grandes efectos visuales, mostrar una historia que sea adecuada para un público adolescente (hay que asegurar en EU la clasificación PG-13 para que meta más dinero en la taquilla), gastar millones de dólares en la promoción del filme y, lo más importante, tener directores que sean fácilmente manipulables por los productores y ejecutivos de los estudios.
Chris Miller y Phil Lord no encajaban en el último requisito. Nunca han sido cineastas que acepten un no por respuesta y han sido capaces de poder imponer su estilo, sus ideas, su sentido del humor y lograr grandes éxitos de ideas aparentemente destinadas al fracaso, como hacer una película sobre el juego de construcción Lego (The Lego Movie) o revivir una vieja serie sobre policías que se tienen que hacer pasar por adolescentes en la preparatoria (21 Jump Street). Por eso, cuando se anunció hace dos años que ellos serían los encargados de llevar la vida de Han Solo a la pantalla grande, parecía que su estilo y humor quedaban como anillo al dedo para la personalidad del famoso pirata coreliano.
Por ello, la versión oficial de que ambos salieron del proyecto por diferencias creativas con Kennedy o Kasdan simplemente no es creíble. Cuando se les contrató, Kennedy y todo mundo en Lucasfilm sabían perfectamente a qué se enfrentaban y a quienes habían elegido. No trabajas con ellos un año en preproducción para afinar la historia y elegir al elenco, y después casi seis meses de rodaje, para que cuando ya estás por terminar el mismo salgas conque “siempre no”.
La razón real seguramente nunca la sabremos, pero parar un rodaje que estaba ya casi terminado, cambiar de director y –peor- enfrentar los rumores en redes sociales (aunado a la pérdida de varios millones de billetes verdes) tiene consecuencias. Previo a que se estrenara Rogue One, se habló durante meses de que la versión original de Gareth Edwards no había gustado a Lucasfilm y por eso se hicieron muchísimos reshoots, además de traer –supuestamente- a otro director como Tony Gilroy para que “arreglara el desperfecto”.
En esa ocasión la jugada le salió muy bien a Disney, pues Rogue One es la mejor película de la saga desde El Imperio Contraataca, y es considerada por muchos como la verdadera precuela a la original A New Hope, dejando de lado el pésimo sabor de boca que dejaron las aún peores precuelas (Episodios I, II y III), dirigidas, irónicamente, por el creador de toda esta locura: George Lucas.
Cuando se estrenó el Episodio VII: El Despertar de la Fuerza, también se habló de la presión que tuvo J.J. Abrams por parte de Disney y Lucasfilm para poder entregar un producto que reviviera, y en grande, a la franquicia de Lucas. Pero Abrams y compañía sabían lo que hacían por ser fans a ultranza de Star Wars y su universo, además de que ya estaba acostumbrado a dirigir proyectos de esa envergadura y alcance. El resultado fue una cinta bien hecha, que juega a lo seguro y que es la tercera más taquillera en la historia del cine.
Pero en el caso de los famosos spin-offs de Star Wars (las llamadas “historias e origen” o “Una historia de Star Wars”), la teoría indicaba que la jugada era darle más libertad a quienes estuvieran a cargo para presentar un universo diferente, que no está ligado a la línea original de la historia (Episodios I al IX) y que mostrara cosas diferentes. Sin embargo, el riesgo es demasiado. Hay muchos miles de millones de dólares en juego, además de que hay que cuidar “la marca”.
En el caso de Star Wars, Kennedy es el equivalente a un caballero templario encargado de cuidar el cáliz de oro, por lo que las cosas tienen que ser a su manera, cuidando que los próximos filmes tengan todos los elementos que han hecho de la saga parte de la cultura popular desde hace cuatro décadas. La pregunta, en el caso del despido de Miller y Lord, sería: “Si ya saben cómo son, ¿para qué los invitan?”.
En descargo de Kennedy, hay que reconocer dos cosas: hasta ahorita, su fórmula ha dado resultados. The Force Awakens y Rogue One han metido un dineral en taquilla y, además, han contado con la aprobación de la crítica. De igual manera, acaba de hacer un gran movimiento al anunciar, dos días después de la salida de los “chicos maravilla”, que el encargado de terminar la película de Han Solo será el veterano y ganador del Oscar, Ron Howard.
La apuesta con Howard es segura: es amigo de Lucas (actuó en uno de los mejores filmes de este último, American Graffiti), es parte de la misma generación y, además, tiene mucha experiencia con películas grandes. Así que Howard lo que podrá aportar, de entrada, es calma en el set y respeto a su autoridad. Habrá que ver qué tanto utiliza de lo ya filmado por Miller y Lord, qué tanto querrá él imponer su visión (junto con la de Kennedy y Kasdan) y qué tanto más se tendrá que filmar. Igual habrá que ver, ya al final, si los nombres de Miller y Lord aparecen en los créditos (a final de cuentas, hasta ahorita 75% de la película fue filmada por ellos), o si será una película de Howard.
En lo personal, creo que la ambición de Disney y Lucasfilm de estrenar una película de Star Wars cada año va a resultar contraproducente, pues pueden caer en lo que se llama “fatiga de franquicia” y que la gente le dé la espalda, aunque se ve difícil. Sí, Rogue One salió muy bien, pero la idea de una película de Han Solo sin Harrison Ford (o las que se ha rumorado que podrían hacerse acerca de Boba Fett, Yoda o Ben Kenobi, entre otras) suena a un exceso completamente innecesario.
Lo triste y oscuro del caso es que estamos ante un cine contemporáneo que carece de verdaderos autores, de cineastas que impongan su estilo y decisiones. La última generación de estos fue la de Coppola, Lucas, Spielberg, Scorsese… por ahí Burton y actualmente quizá sólo Christopher Nolan y –esperemos- la sorpresiva Patty Jenkins. Fuera de ellos, hay increíbles artesanos que producen filmes técnicamente asombrosos, pero emocionalmente vacíos. Y si no pregúntenle a Zack Snyder. Pero ese es tema para otra ocasión.
aarl