Llegaron cerca de las seis de la tarde a la tradicional marisquería La Bamba, en la Avenida Emiliano Zapata, la más transitada de la localidad de Cardel, en el municipio de La Antigua, Veracruz. A 30 minutos del puerto, es un punto obligado para quien quiera trasladarse entre la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río y Xalapa, la capital del estado. Dos de ellos tomaron una mesa y descansaron sus teléfonos celulares y armas de trabajo, mientras que un tercero permaneció, vigilante, cerca de la entrada del restaurante. Ordenaron un coctel de camarón grande y -el plato estrella del menú- un filete de pescado empapelado con arroz rojo. Apenas habían comenzado a comer cuando un grupo de hombres armados entró en el lugar, identificó sin titubeos a los mandos federales y les disparó directamente, llenándolos de balas. Uno de los comensales y quien se había separado para “montar guardia” murieron en el lugar. La otra persona que estaba a la mesa falleció, horas después, en un hospital. Es ya casi un lugar común decir que “los agresores escaparon”.
Quien comía y murió en el restaurante era Camilo Castagné Velasco, el comisionado de la Policía Federal en el estado de Veracruz, el más alto mando de esta corporación en la entidad. Iba acompañado de dos inspectores de toda su confianza. Llegó a ese puesto hace poco menos de dos años -todavía durante la administración de Javier Duarte- con el fin de buscar reducir los índices de violencia que, en ese entonces, ya habían encendido las alarmas. La delincuencia no se redujo notablemente bajo su mando, pero -a decir de los transportistas de la entidad- logró brindar seguridad en las carreteras, y en los últimos meses encabezó operativos destinados a combatir el robo de combustible, sobre todo en el sur del estado.
Castagné ocupaba una posición de suma importancia en la estructura regional de la Comisión Nacional de Seguridad, que busca -sin éxito- combatir a la delincuencia organizada. Era un mando de altísimo rango que en varias ocasiones acompañó a Miguel Ángel Osorio Chong y a Renato Sales Heredia en eventos en los que -con probada retórica- se anunciaban nuevas estrategias, mandos especiales y reforzamientos. Era el comandante de las fuerzas federales -no militares- en todo un estado del país. Ese mando, de ese nivel, fue acribillado a media tarde de sábado cuando se disponía a comer. Tan fácil. Tan rápido. Tan grave.
El asesinato de Castagné Velasco es una prueba más de que la estrategia contra las poderosísimas organizaciones criminales no tiene pies ni cabeza, y no sólo en Veracruz, sino en el país entero. Quizá el Gobierno federal piense que se ha llegado a un punto en el que dar marcha atrás sería aun peor, pero lo cierto es que no debes esperar resultados distintos tras haber ejecutado -una y otra vez- una fórmula fallida.
Los riesgos del huachicol
En una tragedia difícil de dimensionar, al menos 150 personas murieron en Pakistán, tras la volcadura de un camión cisterna que transportaba combustible. Tras el derramamiento, decenas de lugareños corrieron para tratar de recolectar algunos litros en cubetas y bidones. Un chispazo bastó para provocar una tremenda explosión, que ha dejado -también- al menos 100 heridos. Pero valga la trágica historia como un ejemplo de algo que podría pasar en México. El manejo irresponsable del combustible robado y las imágenes de mujeres y niños llenando contenedores de gasolina, sin la menor precaución tras una fuga en una toma clandestina, reflejan el escenario idóneo para el terror.